sábado, 3 de febrero de 2024

 

[ 527 ]

 

EL MÉTODO YAKARTA

 

Vincent Bevins

 

(…)

 

 

 

02

Indonesia independiente

 

BANDUNG

 

El término «tercer mundo» nació en 1951 en Francia, pero en realidad no alcanzó la mayoría de edad hasta 1955. Y lo hizo en Indonesia.

 

Como ha escrito el historiador Christopher J. Lee, fue la Konferensi Asia-Afrika, celebrada en Bandung en abril, la que realmente consolidó la idea del tercer mundo. Este destacado encuentro reunió a personas del mundo colonizado en un movimiento opuesto al imperialismo europeo e independiente del poder de Estados Unidos y de la Unión Soviética.

 

No sucedió automáticamente; fue el resultado de los esfuerzos coordinados de algunos de los nuevos líderes del mundo. En 1954, Indonesia se sumó a Birmania (Myanmar), Ceilán (Sri Lanka), Pakistán e India, liderada esta última por Jawaharlal Nehru, el mismo líder que dio a los hermanos Kennedy toda una clase magistral en la cena que compartieron, y formaron el grupo de Colombo, que tomó su nombre de la capital de Sri Lanka, donde se reunieron y empezaron a planificar un encuentro mayor. El primer ministro indonesio propuso inicialmente una conferencia en 1955 como respuesta a la fundación de la OTSA, la copia de la OTAN impulsada por Estados Unidos en el Sudeste Asiático. Sin embargo, la lista de invitados creció con rapidez; Nehru invitó a China (lo que por fuerza excluía a Taiwán), mientras que la Sudáfrica del apartheid y las dos Coreas (que técnicamente seguían en guerra), así como Israel (cuya presencia podría haber molestado a las naciones árabes), no recibieron invitación.

 

Las personas que se reunieron en la Conferencia Afro-Asiática de Bandung representaban en torno a la mitad de las Naciones Unidas y a 1500 de los 2800 millones de habitantes con los que contaba el planeta. Tal y como declaró Sukarno en el discurso inaugural, pronunciado en ráfagas de un inglés con acento pero perfecto, aquella era

 

«¡la primera conferencia intercontinental de las personas de color en la historia de la humanidad!».

 

Algunos de los países presentes habían alcanzado poco antes la independencia, otros todavía luchaban para conseguirla. Brasil, el país más grande de América Latina, asistió como «observador» amigo de un tercer continente.

 

La mera celebración de la conferencia elevó a Sukarno y a Nehru a la posición de líderes internacionales. Catapultó también a la relevancia mundial a Gamal Abdel Nasser, que había asumido el poder en Egipto, el mayor país árabe, apenas tres años antes. Al igual que Nehru, Nasser tenía una perspectiva laica y de izquierdas e insistía en su derecho a establecer alianzas con todos los países, incluida la Unión Soviética. Con su presencia, el ministro de Exteriores de Mao, Zhou Enlai, buscaba legitimar la República Popular China entre sus vecinos y ponerse de parte del tercer mundo.

 

Las cuestiones abordadas en el encuentro llevaron al florecimiento de numerosas organizaciones internacionales, algunas de ellas activas aún hoy. Las inspiraba el «espíritu de Bandung», que Sukarno presentó con mucha claridad en el contundente discurso inaugural:

 

Nos reunimos hoy aquí como resultado de los sacrificios. Los sacrificios hechos por nuestros antepasados y por las personas de nuestra generación y de las siguientes. Para mí, esta sala no está llena únicamente de líderes de las naciones de Asia y de África; contiene también entre sus paredes el espíritu inmortal, indomable e invencible de aquellos que se marcharon antes que nosotros. Su lucha y su sacrificio prepararon el terreno para este encuentro de los más altos representantes de las naciones independientes y soberanas de dos de los mayores continentes del planeta. […]

 

A todos nosotros, seguro estoy, nos unen cosas más importantes que aquellas que superficialmente nos dividen. Nos une, por ejemplo, un aborrecimiento común del colonialismo en cualquier forma que se presente. Nos une un aborrecimiento común del racismo. Nos une una determinación común de preservar y estabilizar la paz en el mundo.

 

 

Sukarno llevaba un traje blanco hecho a medida, gafas y un pequeño sombrero peci. Mientras hablaba, los líderes mundiales sentados frente a sus escritorios aplaudían y acercaban la cabeza para seguir escuchando. Acaparó la atención de todos ellos cuando dirigió sus legendarias habilidades retóricas contra el imperialismo occidental:

 

¿Cómo es posible mostrar desinterés por el colonialismo? Para nosotros, el colonialismo no es algo lejano y distante. Lo hemos conocido en toda su crueldad. Hemos visto las inmensas pérdidas humanas que provoca, la pobreza que conlleva y la herencia que deja en su estela cuando, con el tiempo y a regañadientes, es expulsado por el inevitable avance de la historia. Mi pueblo, como los pueblos de muchas naciones de Asia y de África, conoce estos hechos, pues los ha experimentado. […]

 

Sí, algunas partes de nuestras naciones todavía no son libres. Por eso es por lo que ninguno de nosotros puede sentir todavía que se ha alcanzado el final del camino. Ningún pueblo puede sentirse libre mientras haya partes de su madre patria que no sean libres. Al igual que la paz, la libertad es indivisible. No es posible ser medio libre, como tampoco es posible estar medio vivo.

 

Casi todos los presentes sabían exactamente a qué se refería. Las personas que escucharon aquel discurso aquel día pasarían el resto de sus vidas describiendo la energía que había despertado en el público. Prosiguió:

 

Y, os lo ruego, no penséis en el colonialismo únicamente en la forma clásica que nosotros, en Indonesia, y nuestros hermanos de diferentes partes de Asia y de África conocemos. El colonialismo también tiene su traje moderno, que adopta la forma del control económico, el control intelectual y el control físico real por parte de una comunidad pequeña pero extranjera dentro de una nación. Es un enemigo habilidoso y decidido que se presenta con muchos disfraces. No renuncia a su botín con facilidad. Dondequiera, cuandoquiera y comoquiera que aparezca, el colonialismo es pernicioso y debe ser erradicado de la faz de la tierra.

 

 

Sukarno y los organizadores se habían esforzado sumamente para evitar contrariar o asustar al país más poderoso de la tierra con su patente retórica antiimperialista. De este modo, habían revisado los libros de historia de Estados Unidos y habían preguntado a los estadounidenses que conocían para encontrar una forma de vincular la fecha de la conferencia con Estados Unidos. La encontraron. El presidente continuó con discurso:

 

La batalla contra el colonialismo ha sido larga, y ¿saben ustedes que hoy es una fecha señalada de esta batalla? El 18 de abril de 1765, hace justamente ciento ochenta años, Paul Revere cabalgaba a medianoche por los campos de Nueva Inglaterra, advirtiendo de que se aproximaban tropas británicas y del inicio de la guerra de Independencia de Estados Unidos, la primera guerra anticolonial de la historia que concluyó en victoria. A propósito de aquella medianoche escribió el poeta Longfellow: «Un grito de desafío y no de miedo, / una voz en la oscuridad, una aldaba que suena, / y una palabra que resonará por siempre jamás». Sí, resonará por siempre jamás.

 

 

Como Howard Jones entendió, la conferencia de Bandung impulsó un tipo de nacionalismo completamente diferente del que existía en Europa. Para líderes como Sukarno y Nehru, la idea de «nación» no estaba fundamentada en la raza ni en la lengua —de hecho, no podía estarlo en territorios tan diversos como los suyos—, sino que provenía de la lucha anticolonial y de la voluntad de justicia social. Con Bandung, consideraba Sukarno, el tercer mundo podría unirse para perseguir sus propios fines compartidos, como la lucha contra el racismo y la consecución de la soberanía económica. Podría también unirse y organizarse de manera colectiva para mejorar sus condiciones en el sistema económico mundial, obligando a los países ricos a reducir sus impuestos a los bienes del tercer mundo, mientras que los países recién independizados podrían utilizar la fiscalidad para impulsar su propio desarrollo. Después de siglos de explotación, estas naciones se encontraban a muchísima distancia de los países ricos, pero iban a forzar un cambio.

 

Veintinueve países participaron de pleno derecho en la conferencia de Bandung, a los que se sumaron los que asistieron como observadores. Los dos Estados vietnamitas participaron, pues en aquel momento tenían todavía oficialmente una coexistencia pacífica hasta que llegara el referéndum de 1956 para la reunificación.

 

Presente estuvo también, desde la vecina Camboya, Norodom Sihanuk, quien, al igual que Sukarno, era férreo defensor de la independencia tanto de Washington como de Moscú. La República Siria, Libia, Irán (ahora al mando del sah) e Irak (aún un reino) enviaron representantes, y también se sumó el primer ministro pakistaní Mohamed Alí Bogra. Momolu Dukuly ocupó el asiento de Liberia, el país fundado por esclavos estadounidenses libertos en el siglo XIX.

 

El propio Sukarno a menudo vinculaba la lucha anticolonial con el combate contra el capitalismo mundial. Sin embargo, la conferencia de Bandung fue también un pequeño golpe para los comunistas del PKI que lo apoyaban, habida cuenta de que el Partido Comunista Indonesio prefería una alianza directa con la Unión Soviética.

 

Gracias a sus habilidades lingüísticas, Zain, el marido de Francisca, fue uno de los periodistas indonesios que tuvieron la suerte de cubrir la conferencia. Escribía para el Diario del Pueblo, que alabó sin mesura el encuentro, a pesar de este pequeño desaire.

 

 

«¡Larga vida a la amistad y a la cooperación entre los pueblos de África y de Asia!», exclamaba el periódico el día de la inauguración, con una ilustración en portada de un hombre cuyo cuerpo musculado apuntalaban las banderas del tercer mundo y hacía girar la rueda de la historia. Al día siguiente, después del discurso inaugural de Sukarno, el Diario del Pueblo publicó una tira cómica con caricaturas que representaban a Gran Bretaña, Estados Unidos, los Países Bajos y Francia sufriendo un fuerte dolor de cabeza. El chiste que acompañaba a la viñeta era un poco forzado: la Conferencia Afro-Asiática (AA) hacía que las potencias imperialistas pidieran desesperadas Aspirina Aspro (AA), porque asistir a la unidad de las jóvenes naciones independientes les hacía estallar la cabeza.

 

Por parte de Estados Unidos, el observador más entusiasta de aquel encuentro era Richard Wright, el novelista y periodista negro. Richard Wright, excomunista y autor de la novela Hijo nativo, escribió a partir de sus experiencias en la conferencia un libro cuyas páginas serían de gran influencia en el pensamiento anticolonial y antirracista. En cuanto supo de «una reunión de casi todas las razas humanas que habitan el principal centro geopolítico de gravedad de la Tierra», una conferencia «de los despreciados, los insultados, los heridos, los desposeídos…, en pocas palabras: los desamparados de la raza humana», decidió que tenía que ir a documentarla.

 

Antes de partir rumbo a Bandung, Wright habló con norteamericanos y europeos horrorizados por la idea de la conferencia, convencidos de que un encuentro de esas naciones solo podía suponer «racismo a la inversa», odio a los blancos inspirado por los comunistas o una alianza mundial antiblancos. El propio Wright se mostraba escéptico con los objetivos de Bandung, hasta que vio el legado del colonialismo y escuchó los discursos. De inmediato reparó en que los indonesios le hablaban de manera completamente diferente cuando no había personas blancas en la habitación. Wright conoció a un indonesio que había trabajado de ingeniero tres meses en Nueva York pero casi nunca salía del apartamento: tenía demasiado miedo a las agresiones racistas en la calle. Entonces Wright se encontró con un libro de 1949 destinado a enseñar indonesio a los funcionarios coloniales y a los turistas…, con el pequeño inconveniente de que no contenía palabras que permitieran una conversación. Era básicamente un listado de órdenes, todas puntuadas con signos de exclamación:

 

¡Jardinero, barre las hojas del jardín!

¡Esa escoba está rota! ¡Haz una escoba!

¡Aquí está la ropa sucia!

Y luego, en una sección titulada «Atrapa al ladrón»:

Ha desaparecido toda la plata.

Los cajones del aparador están vacíos.

 

 

Wright también reparó en el escaso anticomunismo que había en Asia en comparación con sus Estados Unidos natales. Incluso el líder del Masjumi, el partido musulmán que recibía financiación de la CIA, le dijo que el «miedo al comunismo» preponderante en Occidente hacía difícil confiar en los líderes del primer mundo.

 

«Siempre tendremos nuestros recelos hacia las intenciones reales de Occidente, de las que hemos tenido buenas razones para desconfiar en nuestra historia pasada», le dijo el líder del Masjumi. «No se puede esperar un éxito real de una cooperación basada en fundamentos tan débiles», afirmaba, refiriéndose a una asociación basada meramente en el deseo de Washington de encontrar a cualquiera que se opusiera a los comunistas.

 

No todo funcionó con facilidad en Bandung. La Guerra Fría cargaba el ambiente de la conferencia, y no todo el mundo estaba de acuerdo sobre la forma de distinguirse de las principales potencias. Nehru, por ejemplo, se resistió a los intentos de los Estados del tercer mundo orientados hacia Occidente, como Irak, Irán y Turquía, de tildar los movimientos soviéticos en Asia de colonialismo. Los delegados no lograron alcanzar un acuerdo sobre la forma de apoyar en la práctica a territorios que todavía se encontraban bajo dominio colonial. Finalmente, acordaron diez principios básicos que vendrían a gobernar las relaciones entre los Estados del tercer mundo:

 

1. Respeto a los derechos humanos y a la Carta de las Naciones Unidas.

 

2. Respeto a la soberanía y a la integridad territorial de todas las naciones.

 

3. Reconocimiento de la igualdad de todas las razas y de la igualdad de todas las naciones, grandes y pequeñas.

 

4. No intervención: abstención de interferir en los asuntos internos de otro país.

 

5. Respeto al derecho de todas las naciones a defenderse.

 

6. Abstención del uso de la defensa colectiva para servir a los intereses particulares de ninguna de las grandes potencias, y abstención de ejercer presión a otros países.

 

7. Abstención de actividades o amenazas de agresión contra cualquier país.

 

8. Resolución de todas las disputas internacionales por medios pacíficos.

 

9. Promoción de la cooperación y los intereses mutuos.

 

10. Respeto a la justicia y a las obligaciones internacionales.

 

 

La consecuencia más conocida fue que la conferencia de Bandung aportó la estructura que terminaría convirtiéndose en el Movimiento de Países No Alineados, fundado en 1961 en Belgrado. Sin embargo, en Asia y en África, Bandung conllevó cambios que se percibieron de inmediato. Brotaron colectivos, redes de comunicación y organizaciones internacionales. Los líderes empezaron a retransmitir mensajes de radio a los dos continentes, llevando el mensaje del «espíritu de Bandung» a pueblos que todavía luchaban contra el colonialismo. Especialmente relevante fue que Nasser dirigiera este mensaje al sur, al África subsahariana y oriental, en sus emisiones de Radio Cairo. En el Congo, la gente empezó a escuchar La Voix de l’Afrique, que retransmitía desde Egipto, y All India Radio, que realizaba emisiones en suajili, al tiempo que un hombre llamado Patrice Lumumba empezaba a formar el Mouvement National Congolais, un movimiento independentista muy en la línea del «espíritu de Bandung» que rechazaba las divisiones étnicas y pretendía construir la nación congoleña a partir de la lucha anticolonial.

 

En 1958 se celebró en Colombo la primera Conferencia de las Mujeres Afro-Asiáticas, que impulsó un movimiento feminista transnacional del tercer mundo. En la celebrada en 1961 en El Cairo, la organizadora egipcia Bahia Karam escribió en su introducción a las actas:

 

«Por primera vez en la historia moderna —la historia femenina, claro está— ha tenido lugar un encuentro de mujeres afro-asiáticas […], ha sido de hecho un gran placer y un estímulo conocer a delegadas de países de África a las que los imperialistas nunca antes habían permitido abandonar las fronteras de su tierra».

 

La prensa de Egipto, por ejemplo, empezó a centrar su atención en la vida de las mujeres de todo el tercer mundo, Indonesia incluida, analizando los «vínculos de hermandad y solidaridad entre las mujeres de África y de Asia».

 

Los países de la conferencia de Bandung fundarían asimismo la Asociación de Periodistas Afro-Asiáticos, un intento de llevar a cabo una cobertura periodística del tercer mundo con personas del tercer mundo sin depender de los hombres blancos, habitualmente enviados desde países ricos para trabajar de corresponsales extranjeros y que llevaban contando sus noticias décadas, si no siglos.

 

En Indonesia, Sukarno había cimentado su posición en la imaginación del pueblo como el líder de un nuevo tipo de revolución. Francisca, completamente entregada, era capaz de recitar de memoria fragmentos del discurso inaugural de Sukarno en Bandung mucho tiempo después.

 

En Washington, sin embargo, la actitud era muy diferente. Su respuesta fue la condescendencia racista. Los responsables del Departamento de Estado apodaron la cita «Darktown Strutters Ball»,en referencia a la popular canción.

 

Pero para Eisenhower, Wisner y los hermanos Dulles, el comportamiento de Sukarno no era ninguna broma. A partir de aquel momento, el neutralismo sería para ellos una ofensa. Quien no estuviera de forma activa contra la Unión Soviética, debía de estar contra Estados Unidos, por mucho que alabara a Paul Revere.

 

Desde su nueva posición de senador, John Fitzgerald Kennedy hizo de lo más explícita su oposición a este enfoque en una serie de discursos pronunciados en los años posteriores a Bandung. En un discurso muy crítico con Francia por intentar aferrarse a Argelia por la fuerza, señaló que

 

«la prueba más importante para la política exterior estadounidense hoy es cómo afrontamos el reto del imperialismo, qué hacemos para impulsar el deseo del hombre de ser libre. Será por esta prueba, más que por ninguna otra, por la que esta nación será juzgada por los millones de no alineados de Asia y de África, y será observada con nerviosismo por los amantes de la libertad todavía esperanzados del otro lado del telón de acero».

 

JFK estaba ascendiendo hacia el estrellato, y este tipo de posición era poco habitual entre los políticos estadounidenses. El presidente Sukarno reparó en sus palabras. Pero Kennedy estaba en la oposición. Y otro acontecimiento de 1955, ocurrido también en Indonesia, alarmó todavía más a los anticomunistas que dirigían Washington.

 

La CIA gastó un millón de dólares para intentar influir en las elecciones parlamentarias de septiembre de ese año. Los socios elegidos por la agencia, el Masjumi, estaban claramente a la derecha de Sukarno. Pese a ello, a Sukarno y sus aliados les fue bien. Y lo que fue aún peor para los estadounidenses: el PKI acabó en cuarto lugar, con el 17 por ciento de los votos depositados. Era el mejor resultado en la historia del Partido Comunista de Indonesia…

 

(continuará)

 

 

 

 

[ Fragmento de: Vincent Bevins. “El método Yakarta” ]

 

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