viernes, 8 de marzo de 2024

 

[ 545 ]

 

EL MÉTODO YAKARTA

 

Vincent Bevins

 

(…)

 

04

Una alianza

para el progreso

 

 

 

BENNY

 

 

Benny Widyono nació en 1936 en Magelang (Java Central), en una familia de origen chino. Siglos atrás, inmigrantes de China, particularmente del sur, empezaron a trasladarse a las islas del Sudeste Asiático. A menudo huían del hambre o de los bandidos, buscando trabajo o al menos refugio en una tierra con buena temperatura todo el año y donde parecía que siempre se podían coger cocos de los árboles para saciar el hambre. Algunos chinos llegaron al Sudeste Asiático en fechas tan tempranas como el siglo XI, y la inmigración continuó hasta fechas mucho más cercanas.

 

Distribuidos por toda la región, algunos descendientes de la inmigración china terminaron trabajando por cuenta ajena o siendo tenderos o propietarios de pequeños negocios. Algunos amasaron una gran riqueza, ascendiendo a la cima de la naciente clase empresarial. Su posición en la moderna sociedad del Sudeste Asiático se ha comparado a veces, en un sentido muy amplio, con la de los judíos en Europa. Dado que aquellas personas de etnia china eran inmigrantes, no campesinos ni miembros de la realeza, y no ocupaban un lugar oficial en el antiguo sistema feudal, tuvieron que trabajar duro y se vieron obligados a dedicarse tempranamente a sectores que crecerían de forma exponencial con el posterior desarrollo del capitalismo. Experimentaban oleadas periódicas de racismo —no solo porque se percibiera que ostentaban una riqueza inmerecida— que los empujaban a enclaves étnicos, lo que despertaba a su vez más sospechas.

 

Los familiares de Benny no eran tenderos. Eran ricos. Su padre se dedicaba al tabaco, aún hoy uno de los cultivos más importantes de Indonesia. Durante la ocupación japonesa fue encarcelado y torturado por enviar contribuciones a las fuerzas nacionalistas de Chiang Kai-shek en China, lo que lo dejó con una minusvalía el resto de sus días. Sin embargo, cuando los neerlandeses se marcharon, el negocio familiar volvió a prosperar, dando empleo a muchos trabajadores. De niño, Benny veía a los hombres javaneses cargar toda la noche enormes sacos, más grandes que sus escuálidos cuerpos, de un lado a otro de las plantaciones. Rogaban subidas salariales al jefe, pero este no tenía ningún incentivo para concederlas: era el único empresario de la localidad y no había forma real de que pudieran trabajar en ningún otro sitio.

 

Benny tenía una expresión cálida, cercana, y siempre estaba dispuesto a reírse de lo absurdo de la vida. Pero estas escenas lo marcaron. Se fue a estudiar Economía a Yakarta con algunos de los principales académicos del país. Empezó a aprender de explotación y monopolios, acumulación y beneficio. Entonces, en una visita a la familia en las vacaciones universitarias, Benny tuvo una conversación con su padre que probablemente resulte familiar a cualquiera que haya enviado a sus hijos a la universidad o haya pasado por sus aulas.

 

Benny atacó con sus nuevas ideas radicales a su padre. Lo llamó explotador. «¡Casi me echa a patadas de la casa!», recordaría más tarde, antes de estallar en una carcajada. El propósito de titularse en Economía era que se hiciera cargo del negocio familiar, y ahí lo tenían, con sus modernas nociones de izquierdas, asegurando que estaba muy por encima de aquello. Al final, Benny y su padre superaron esta pequeña discusión y otro familiar terminó haciéndose cargo del negocio familiar, con lo que todo acabó por enderezarse.

 

Benny fue educado en la religión católica, a pesar de que su padre era confuciano. Asumió la fe de su madre y terminó en uno de los elitistas centros católicos de secundaria de Yakarta. Los estudiantes eran todos ricos y en su mayoría anticomunistas. Algunos eran rotundamente conservadores. Sin embargo, fueran cuales fueran sus preferencias políticas, casi todos apoyaban a Sukarno y su oposición al imperialismo internacional. En el instituto de Yakarta, incluso los estudiantes de derechas sentían verdadera simpatía por el gran líder de la revolución, y todos estaban profundamente orgullosos de su joven democracia.

 

En 1959, no obstante, cuando Benny estaba terminando sus estudios universitarios de grado, la naturaleza de la democracia indonesia cambió: dio un gran paso atrás.

 

Unos meses después de que fueran derrotadas las rebeliones regionales apoyadas por la CIA, Sukarno anunció que el país adoptaría un sistema que llevaba analizando unos años, llamado «democracia dirigida». De acuerdo con Sukarno, era la respuesta nacional a la debilidad de la democracia liberal. El liberalismo y la democracia de partidos, lamentaba, eran una importación occidental que enfrentaba a todos contra todos, obligando a cada persona a luchar por sus propios intereses egoístas. Así no se hacían las cosas en Indonesia, defendía Sukarno. Quería un proceso de toma de decisiones basado en la tradicional asamblea de las aldeas, en la que todos se reunían y adoptaban la forma de actuar después de una cuidadosa deliberación. Todos los partidos estarían representados en el consejo de ministros —llamado consejo gotong royong, en consonancia con la práctica tradicional de las aldeas de hacer trabajos colectivos— y habría un «Consejo Nacional» en el que estarían representados colectivos civiles como los obreros, los campesinos, los intelectuales, los grupos religiosos y los empresarios. La idea era que nunca pudieran quedar excluidas las consideraciones de las minorías.

 

Sin embargo, cuando Sukarno anunció que el sistema entraría en vigor en julio de 1959, estaba sobrepasando sus poderes constitucionales. Se afianzaba como líder del Gobierno, mientras que los principales partidos —como el Masjumi (el partido musulmán que recibía financiación de la CIA en 1955 y apoyó las rebeliones regionales) y el Partido Socialista— quedaban excluidos de facto del nuevo sistema. No volverían a celebrarse elecciones a la manera occidental durante la presidencia de Sukarno.

 

Hubo en Washington quien utilizó el descenso de Indonesia a una suerte de populismo iliberal como justificación retroactiva para su oposición al Gobierno de Sukarno. El desplazamiento a la democracia dirigida se produjo, no obstante, después de que la CIA bombardeara el país y valorara asesinar a su líder. El Partido Comunista Indonesio, el PKI, la bestia negra de Washington en el Sudeste Asiático, era el grupo político que más deseaba que siguiera habiendo elecciones. El PKI no tenía interés en acabar con las elecciones en Indonesia por una sencilla razón: cada vez obtenía mejores resultados. En Singapur, los servicios de inteligencia británicos concluyeron en 1958 que, si se celebraba una votación, el Partido Comunista sería el más votado.

 

Fue el Ejército, la fuerza más anticomunista del país, que estaba trabando una asociación cada vez más estrecha con Washington siguiendo las recomendaciones de Jones, el que forzó la cancelación de las elecciones previstas en 1959. Los conflictos regionales habían incrementado enormemente en los dos años previos la influencia de los militares en la sociedad indonesia. Se otorgaron facultades de emergencia a las fuerzas armadas para combatir a los rebeldes, y el prestigio de los cuerpos al mando del general Nasution recibió un importante espaldarazo cuando lograron sofocar los ataques al Gobierno central. Cuando la democracia dirigida entró en funcionamiento, el Ejército se convirtió en uno de los pocos actores clave de la sociedad indonesia. Los militares estaban a la derecha del presidente, los comunistas a la izquierda, y Sukarno ejercía un delicado equilibrio confrontando a las fuerzas políticas.

 

Washington siguió el consejo de Howard Jones y se acercó a las Fuerzas Armadas indonesias para levantar un frente anticomunista. En 1953 y 1954 había en torno a una decena de oficiales indonesios formándose en Estados Unidos, un número que cayó a cero en 1958, el año que Allen Pope bombardeó Ambon. En 1959 pasaron a ser cuarenta y uno, y en 1962 había más de un millar de indonesios estudiando dispositivos, operaciones secretas y logística, fundamentalmente en la base militar de Fort Leavenworth.

 

Esta nueva estrategia encajaba con el creciente consenso en Estados Unidos de que era preciso otorgar mayor poder e influencia a los militares del tercer mundo, incluso si eso significaba socavar la democracia. En la década de 1950, un campo de estudio académico llamado «teoría de la modernización» empezó a ganar influencia en Washington. En su enfoque más básico, la teoría de la modernización replicaba la formulación marxista de que las sociedades avanzan por etapas, si bien estaba profundamente influida por el entorno anticomunista y liberal estadounidense en el que emergió. Los expertos en ciencias sociales pioneros en la materia aducían que las sociedades «tradicionales» primitivas avanzarían a través de una serie concreta de etapas hasta alcanzar idealmente una versión de la sociedad «moderna» parecida a la de Estados Unidos.

 

Tecnocrática y decididamente antipopulista, la teoría de la modernización era prodemocrática en la medida de lo posible, pero sus defensores fueron llegando de manera paulatina a la conclusión de que podría ser mejor tener simplemente una determinada élite (generales afines a Estados Unidos, por ejemplo) que aportara la fuerza crucial para el difícil salto a la «modernidad».

 

En 1959, el Departamento de Estado estadounidense concluyó un gran estudio guiado por esta lógica. La historia reciente de América Latina, defendía el estudio, «indica que es preciso el autoritarismo para guiar a las sociedades atrasadas en sus revoluciones socioeconómicas. […] La tendencia al autoritarismo militar se acelerará con la agudización de los problemas de desarrollo». El Consejo de Seguridad Nacional se reunió con el presidente estadounidense para debatir el informe y alabar profusamente sus conclusiones. Especialmente en el caso de Indonesia, empezaron a ver al Ejército como se veían a sí mismos: como un baluarte frente al comunismo y una fuerza política y económica modernizadora.

 

De forma paralela, jóvenes indonesios eran conducidos a universidades estadounidenses a través de varios programas de becas y financiación de estudios. La idea, al igual que sucedió con programas similares por todo el tercer mundo, era mostrar a los jóvenes intelectuales cómo funcionaban las cosas en Estados Unidos, lo que con suerte los inspiraría a asumir ideas pro-estadounidenses cuando volvieran a casa. Desde 1956, la Fundación Ford concedía becas de investigación en Estados Unidos a jóvenes economistas indonesios.

 

 

En 1959, para su sorpresa, Benny recibió una beca para estudiar en Estados Unidos. Fue una novedad bienvenida, pues tenía dudas sobre su futuro en Indonesia y todavía andaba un tanto peleado con la familia. Sin embargo, no iría a California como le habría gustado. Le concedieron una beca para asistir a la Universidad de Kansas, en Lawrence. No había puesto un pie fuera de Indonesia hasta ese momento.

 

Estados Unidos era un país un tanto peculiar, le contaba Benny a su novia del instituto en interminables cartas. Por algún motivo, tenía que asistir a clases de Educación Física como parte de su programa de maestría en Economía. Sucedía que los estadounidenses comían cantidades enormes de carne, algo que no le importaba, y que aquella gente de Kansas bebía grandes vasos de leche de vaca con las comidas, y eso sí que nunca lo entendió. Su vida era la del típico universitario pobre: vivía en una lóbrega residencia e intentaba pasárselo lo mejor posible entre clases e investigaciones sin fin. Benny y los otros estudiantes indonesios echaban de menos la comida de su país, pero no encontraron nada parecido en Kansas. Solo había un «restaurante chino estupidísimo» de estilo estadounidense en la pequeña ciudad universitaria, les contaba a los amigos.

 

Sin embargo, Lawrence se encontraba a solo cuarenta minutos de la base militar de Fort Leavenworth, donde se formaban miembros del Ejército indonesio. Y Washington los trataba muy bien. Para Benny y sus amigos universitarios —que no tenían un centavo— parecía que los militares estuvieran siendo directamente agasajados por el Gobierno de Estados Unidos. Tenían coches y dinero, por lo que podían ir a buscar a los estudiantes a la ciudad universitaria, juntar los dólares que les había entregado el Tío Sam para comprar los mejores ingredientes y cocinar un pequeño banquete indonesio en la residencia. Los militares eran en su mayor parte generales; algunos incluso habían luchado para aplastar las rebeliones regionales que había apoyado la CIA. Los jóvenes universitarios y los tipos del ejército no hablaban mucho de política, pero a los primeros les quedó claro que la idea era «prepararlos para ser generales anti-Sukarno —en palabras de Benny—. Estaban todos bien entrenados y americanizados, y muchos de ellos se hicieron anticomunistas en Kansas».

 

Los estudiantes y los militares pasaban la mayor parte del tiempo compartiendo comida y nostalgia. Y emborrachándose para ir a la ciudad en busca de diversión. A los jóvenes indonesios les encantaba juntarse y dirigirse a Kansas City, donde podían ir a los clubes de estriptis. Indonesia no es un país mojigato, pero este tipo de espectáculos era algo que no existía en su tierra natal.

 

Benny también presenció otro espectáculo característicamente estadounidense: los procesos políticos en marcha vistos desde el centro geográfico del país. Poco después de su llegada, John F. Kennedy se enfrentó a Richard Nixon en la contienda por la presidencia. Benny y sus compañeros pudieron ver el famoso debate que emitió la televisión el 26 de septiembre de 1960, en el que Kennedy, seguro de sí mismo y atractivo, demostró estar hecho a la perfección al medio, mientras que Nixon, acartonado y sudoroso, transmitió una imagen muy pobre. No obstante, la vacilante economía, la ansiedad por la Unión Soviética, la influencia que tenía en el sur el candidato a vicepresidente Lyndon B. Johnson y el apoyo de las minorías, fueron factores que también contribuyeron a la victoria de JFK. Eso sí, por la mínima: solo consiguió unos 110.000 votos más que Nixon, de sesenta y nueve millones de papeletas depositadas…

 

(continuará)

 

 

 

[ Fragmento de: Vincent Bevins. “El método Yakarta” ]

 

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