lunes, 11 de marzo de 2024

 

[ 547 ]

 

CONTRAHISTORIA DEL LIBERALISMO

 

Domenico Losurdo

 

(…)

 

 

capítulo segundo

 

LIBERALISMO Y ESCLAVITUD RACIAL:

UN SINGULAR PARTO GEMELAR

 

 

3. EL ESCLAVO NEGRO Y EL SIERVO BLANCO: DE GROZIO A LOCKE

 

El autogobierno de la sociedad civil, mientras estimula el desarrollo de la esclavitud-mercancía sobre una base racial y excava un abismo insondable y sin precedentes entre blancos y pueblos de color, triunfa agitando la bandera de la libertad y de la lucha contra el despotismo. Entre estos dos elementos, que ven juntos la luz, en el curso de un singular parto gemelar, se instituye una relación rica en tensiones y contradicciones. En tal celebración de la libertad, que se entrecruza con la realidad de un poder absoluto sin precedentes, se puede advertir claramente una ideología. Por mistificadora que pueda ser, la ideología siempre implica algo; es más, su función mistificadora no puede ni siquiera imaginarse sin una cierta incidencia en la realidad social concreta. Y mucho menos la ideología puede ser considerada sinónimo de engaño consciente: si así fuera, no lograría inspirar las mentes y producir una acción social real y estaría condenada a la impotencia. Los teóricos y los protagonistas de las revoluciones y de los movimientos liberales están animados por un pathos fuerte y convencido de la libertad, y precisamente por eso, sienten embarazo por la realidad de la esclavitud. Es obvio que en la mayor parte de los casos, tal embarazo no llega hasta el punto de poner en discusión la «propiedad» sobre la que reposan la riqueza y la influencia social de la clase protagonista de la lucha por el autogobierno de la sociedad civil. En lo que concierne a Inglaterra, el asunto termina tomando la vía que traslada la esclavitud propiamente dicha a un área geográfica lejana de la metrópoli, ubicada tras el límite del mundo civilizado, donde, precisamente a causa de la contigüidad y de la presión de la barbarie circundante, el espíritu de la libertad no logra manifestarse en toda su pureza, como, por el contrario, ocurre en la Inglaterra propiamente dicha, en esa que es la patria auténtica, la tierra prometida de la libertad.

 

Pero, a tal conclusión se arriba a través de un camino caracterizado por oscilaciones y contradicciones de diverso género. En Grozio todavía no está bien visible la barrera del color, que separa el destino reservado a los negros de la condición a la que pueden ser sometidos los estratos más pobres de la población blanca. Así, leemos:

 

«Hay una servidumbre perfecta [servitus perfecta], que obliga a los servicios perpetuos a cambio de los alimentos y de las demás cosas necesarias para la vida; entendida y contenida así en los límites de la naturaleza, esta no resulta demasiado dura».

 

Sin embargo, la esclavitud no es la única forma de servitus, es solo «la especie más vil de sometimiento» (subjectionis species ignobilissima: JBP). Existe también la servitus imperfecta, propia, entre otras, tanto de los siervos de la gleba como de los mercenarios o asalariados (JBP). Y, por lo tanto, es el trabajo en cuanto tal el que se incluye bajo la categoría de «servidumbre» (servitus) o de «sometimiento» (subjectio). Obviamente, entre las dos formas de «servidumbre» y de «sometimiento» hay una diferencia. Si bien el patrono incluso viola la «razón natural» o la «justicia plena e interior», y las normas de la moral, en base a la legislación vigente en algunos países, él puede matar impunemente a su esclavo y, por lo tanto, ejercer sobre él un derecho de vida y de muerte (JBP). Es una situación que no se verifica en el ámbito de la servitus imperfecta y de la relación de trabajo que recurre a los mercenarios o asalariados. Y, sin embargo, en realidad tenemos que vérnosla con una species particular de ese único genus que es la servidumbre o el sometimiento. El límite entre las distintas especies es fugaz. Por ejemplo, en lo que respecta a los «aprendices [apprenticií] en Inglaterra», hay que señalar que «durante el período de su aprendizaje estos se acercan a la condición servil [conditio servilis]» por excelencia, es decir, a la condición de los esclavos propiamente dichos (JBP). Por otra parte, para expiar un crimen se puede ser condenado a trabajar y a ofrecer sus propios servicios, ya sea en calidad de esclavo o de individuo sometido a cualquier forma de «servidumbre imperfecta» (JBP).

 

Respecto a Grozio, Locke se preocupa por distinguir con más rigor entre las distintas formas de servidumbre. Es cierto que no faltan elementos de continuidad. A propósito del trabajo asalariado y del contrato que lo instituye, el filósofo liberal inglés escribe: «Un hombre libre puede constituirse en criado de otro». Como se ve, el trabajo en cuanto tal continúa siendo asumido bajo la categoría de servidumbre: de hecho, el contrato introduce al asalariado «en la familia de su amo y queda bajo la disciplina corriente en esa familia»; esa disciplina es, sin embargo, bien distinta del poder ilimitado que caracteriza la relación de esclavitud y define «la condición de esclavitud perfecta» (perfect condition of slavery: TT). A grandes rasgos surge nuevamente la distinción groziana de servitus perfecta y servitus imperfecta.

 

Pero Locke exhorta a no confundir el servant y el slave. Grozio compara al esclavo con un «mercenario perpetuo» o con un asalariado ligado durante su vida natural al mismo patrono (JBP). Locke, por el contrario, subraya que se trata de dos «personas de condiciones bien distintas». El poder que el patrono ejerce sobre el siervo, además de ser «pasajero», «no es mayor que el previsto por el contrato»; es un «poder limitado» (TT). Si bien por una parte mejora la condición del siervo, por la otra empeora de manera clara la del esclavo propiamente dicho. Obviando las reservas morales de Grozio, que invita al patrono a respetar no solo la vida, sino también el peculio de su esclavo (JBP), Locke no se cansa de subrayar que el patrono ejerce sobre el esclavo un «dominio absoluto» y un «poder incondicional», un «poder legislativo de vida y de muerte», «un poder arbitrario» que afecta la propia «vida» (TT).

 

Llegados a este punto, el esclavo tiende a perder sus características humanas para reducirse a cosa y a mercancía, como resulta en particular de la referencia a los dueños de plantaciones de las Indias occidentales, los cuales poseen «esclavos o caballos» (Slaves or Horses) como resultado de una «adquisición» (purchase) regular, y esto es «gracias al contrato y al dinero» (TT). Sin ningún acento crítico, Locke procede a un acercamiento que, por el contrario, en la literatura abolicionista tiene un significado de fuerte e indignada denuncia. Esto vale para Mirabeau, que parangona, como veremos, la condición de los esclavos norteamericanos a la «de nuestros caballos y de nuestros mulos»; y vale para Marx, que en El Capital observa:

 

 

«El propietario de esclavos compra a su trabajador como adquiere su caballo».

 

 

Locke representa un vuelco en el plano teórico. Los esclavos negros, liberados en ocasiones por sus amos, durante largo tiempo fueron sometidos a una condición en ciertos aspectos similar a la de los indentured servants, es decir, de los blancos semiesclavos temporales y sobre la base de un contrato: y esta es la ambigüedad que halla expresión en el texto de Grozio, el cual puede, por lo tanto, hacer valer la categoría de contrato también para la servitus perfecta. En Locke, por el contrario, es posible comprender el desarrollo que la chattel slavery y la esclavitud racial comienzan a tener a partir de finales del siglo XVII. Toda una serie de colonias inglesas en América promulgan leyes encaminadas a aclarar que la conversión del esclavo no implica su liberación. En este sentido se expresa también Locke en 1660 cuando, remitiéndose a Pablo de Tarso, afirma:

 

«La conversión al cristianismo no elimina ninguna de las obligaciones que cumplía antes; […] el Evangelio continúa manteniendo a los hombres en la misma condición y sujetos a las mismas obligaciones civiles en las que los había hallado. Las personas casadas no deben abandonar al consorte, ni el siervo se emancipa de su patrono».

 

 

En plena coherencia con este planteamiento teórico, en el proyecto de Constitución de Carolina Locke apoya la irrelevancia de la eventual conversión al cristianismo sobre la condición del esclavo. Y, una vez más, aflora el elemento de novedad. Aun rechazando la lectura de tono abolicionista del cristianismo, Grozio se remite repetidamente a la literatura cristiana para subrayar la humanidad común de siervo y patrono, ambos sometidos al Padre que está en los cielos, y por tanto, entre ellos en una relación que es, en cierta manera, de fraternidad (JBP). El Segundo Tratado sobre el gobierno se preocupa, al contrario, por precisar que el principio de igualdad es válido solo para «seres de la misma especie y de idéntico rango» (Creatures of the same species and rank), a menos «que el Señor y Dueño de todos ellos haya colocado, por medio de una clara manifestación [manifest Declaration] de su voluntad, a uno de ellos por encima de los demás y que le haya conferido, mediante un nombramiento evidente y claro, el derecho indiscutible al poder y a la soberanía» (TT). Sobre los negros pesaba la maldición que, según el relato del Antiguo Testamento, Noé había lanzado contra Cam y sus descendientes: este motivo ideológico, a menudo invocado por los defensores de la institución de la esclavitud, parece hallar cierto eco también en Locke.

 

No hay duda: el filósofo liberal inglés legitima la esclavitud racial, que se va afirmando en la realidad político-social de la época. Sometida a condiciones cada vez más gravosas, la práctica de la emancipación tiende a desaparecer, mientras que la barrera infranqueable entre blancos y negros es sancionada por las normas que prohíben las relaciones sexuales y matrimoniales interraciales, al tiempo que salen del juego la religión y el bautismo. Llegados a este punto, la categoría del contrato puede servir para explicar solo la figura del servant, mientras que el esclavo resulta esclavo como consecuencia del derecho de guerra (más exactamente, de la guerra justa de la que son protagonistas los europeos empeñados en las conquistas coloniales), o bien de una «clara manifestación» divina.

 

Con el objetivo de aclarar la diferencia entre la «condición de esclavitud perfecta» y la de siervo por contrato, Locke se remite al Antiguo Testamento, que prevé la esclavitud perpetua y hereditaria solo para los gentiles, excluyendo de ella a los siervos consanguíneos del patrón hebreo (TT). La línea de demarcación entre hebreos y gentiles que ofrece el Antiguo Testamento se configura en Locke como la línea de demarcación entre blancos y negros: los siervos de origen europeo no están sometidos a la «esclavitud perfecta», que está destinada a los negros y desplazada a las colonias…

 

(continuará)

 

 

 

 

[ Fragmento de: Domenico Losurdo. “Contrahistoria del liberalismo” ]

 

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