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HISTORIA SOCIAL DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ( IV )
Carlos Blanco Aguinaga,
Julio Rodríguez Puértolas,
Iris M. Zavala.
I
EDAD MEDIA
EL FEUDALISMO.
DESDE LOS ORÍGENES HASTA EL SIGLO XIII
(…)
POLÉMICAS, DISCUSIONES Y DEBATES
Desde finales del siglo XII y durante todo el XIII -y aún más allá- se desarrolla en la Península un género poético que tradicionalmente viene llamándose «de origen francés», el de los debates. En verdad, este tipo de disputas existe también en árabe y en hebreo, así como en la literatura escrita en latín. Los temas son muy variados: religiosos o entre religiones diferentes, morales, amorosos, sociales, económicos, entre varios elementos de la naturaleza. El género, que gozó de gran predicamento, corresponde sin duda al gusto y a las costumbres medievales, en que se polemizaba desde el ámbito académico y palaciego hasta el tabernario. Los textos hispánicos conservados señalan una obvia tendencia a la crítica de tipo social. El primero de ellos cronológicamente es la Disputa del alma y el cuerpo, de la última parte del siglo XII; en el breve fragmento no faltan los ataques del alma contra los poderosos de la tierra, utilizando ya el ubi sunt, en claro antecedente de, entre otros, Jorge Manrique:
mezquino, mal fadado, tan mala hora fueste nado
que tú fueste tan rico, agora eres mesquinu,
dim', ¿ó son tos dineros, que tú misist' en estero?
¿ó los tos moravedís, azarís et melequís
que solíes manear et a menudo contar?
¿ó son los palafrés que los cuendes ye los rés
te solien dar por to losenjar?
¿los caballos corrientes, las espuelas punentes... ?
[ «Miserable, desgraciado, en mala hora naciste, / tú que fuiste tan rico, ahora eres miserable, / dime, ¿dónde están tus dineros, los que guardabas en escondrijos? / ¿Dónde están tus maravedises, azaríes y melequíes / que solías manosear y a menudo contar? / ¿Dónde están los palafrenes que los condes y los reyes / te solían dar para adularte? / ¿Los caballos corredores, las agudas espuelas...?» ]
A la primera mitad del siglo XIII pertenece un complicado poema en dos partes muy diferentes pero estructuralmente unidas, la Razón de amor con los denuestos del agua y el vino, la primera de raíces gallego-portuguesas y provenzales y la segunda, el verdadero debate, una airada discusión entre los dos líquidos mencionados. Entre las varias y no por completo satisfactorias teorías que intentan explicar tan extraño y delicioso poema, des- tacan por su interés dos de signo bien diferente: que se trata de una expresión poética y críptica de la herejía cátara –de base maniquea y con connotaciones sexuales–; que es una defensa de la unidad de los contrarios. El autor, convencionalmente o no, ofrece para empezar unos interesantes datos personales que lo sitúan a nivel europeo y cortesano: es un «escolar» educado en Alemania y en Francia, ha vivido en Lombardía para aprender «cortesía» y siempre ha amado a las mujeres. Lo que sigue, el escenario de una aventura amorosa, tiene todo lo necesario de la simbología erótica medieval: el jardín cerrado, el prado, los árboles y las flores, la fuente. No falta el encantador retrato de la mujer ideal del momento, de acuerdo, probablemente, con las estrictas reglas de las descripciones femeninas del amor cortés y de los ejercicios escolares (retrato que será preciso comparar con el hecho un siglo más tarde de modo tan poco convencional en el Libro de Buen Amor):
blanca era e bermeja
cabelos cortos sobr'ell oreja,
fruente blanca e loçana,
cara fresca como maçana,
nariz egual e dreita,
nunca viestes tan bien feíta:
ojos negros e "ridientes,
boca a razón e blancos dientes;
labros bermejos, non muy delgados,
por verdat bien mesurados;
por la centura delgada,
bien estant e mesurada...
[ «Era blanca y sonrosada, / cabellos cortos sobre las orejas, / frente blanca y hermosa, / cara fresca como una manzana; / nariz armoniosa y recta, / nunca visteis una tan bien hecha; / ojos negros y alegres; / hermosa boca y blancos dientes; / labios rojos y no muy delgados, / en verdad bien medidos; / por la cintura delgada, / de buen aspecto y comedida... » ]
Consumado el acto sexual, una paloma, revoloteando, vierte el agua de un vaso sobre el vino de otro, ambos colocados previamente entre las ramas de un árbol por la gentil dama del misterioso jardín. Comienza así la segunda parte del poema, el debate mismo. Agua y vino, en efecto, comienzan a loar sus propias cualidades y a denostar las del otro, en términos por lo general religiosos. Pues ¿quién será más importante, el agua, por la cual se hacen nuevos cristianos en el bautismo, o el vino, sangre del mismo Cristo? A otro nivel de la discusión, cada uno de los participantes acusa al otro de perversidades sin cuento: si el vino causa la «beodez» en el hombre, por ejemplo, el agua se lleva puentes y embarra caminos al llover torrencialmente. El triunfo parece ser, por último, del agua, pero el anónimo autor –o quizá el copista del manuscrito conservado– termina el debate con una nota de partidismo humorístico: «et mandadnos dar del vino».
Pero la más importante disputa peninsular es la de Elena y María, de hacia 1280. Se discute en ella algo ya conocido en la literatura europea: las cualidades de caballeros y clérigos, defendidos aquí respectivamente por sus enamoradas, Elena y María. El texto, conservado incompleto, no llega a recoger el fallo final del hipotético rey Oriol, ante quien las dos mujeres acuden en busca de solución para sus querellas, mas la simpatía del anónimo autor se orienta hacia el caballero, infanzón de mediana categoría social pero moralmente muy superior al abadón del poema. Uno y otro, en todo caso, son implacablemente satirizados, tanto en las acusaciones hechas por la dama rival como, de forma harto maligna, en las defensas correspondientes. Al infanzón se le recuerda su escasa soldada y hacienda, con rasgos que traen a la memoria al hidalgo del Lazarillo de Tormes:
cuando al palacio va
sabemos vida que le dan:
el pan a ración,
el vino sin sazón;
sorríe mucho e come poco,
va cantando como loco;
como trai poco vestido,
siempre ha fambre e frío...
[ «Cuando al palacio va / sabemos qué vida le dan: / el pan racionado, / el vino sin sazón, / sonríe mucho y come poco, / va cantando como un loco; / como tiene poca ropa, / siempre tiene hambre y frío...» ]
Las tintas negras se reservan, sin embargo, para el clérigo. Dice María, en lo que pretende ser un elogio de su amante:
ca él vive bien honrado
e sin todo cuidado;
ha comer e beber
e en buenos lechos jazer;
ha vestir e calçar
e bestias en que cabalgar,
vasallas e vasallos;
ha dinero e paños
e otros haberes tantos.
[ «Pues él vive bien honrado / y sin ningún cuidado; / tiene qué comer y qué beber / y buenos lechos para dormir; / tiene ropa y calzado / y animales en que cabalgar, / vasallas y vasallos, / mulas y caballos; / tiene dineros y telas / y otras muchas cosas.» ]
Y dice Elena:
mas el cuidado mayor
que ha aquel tu señor
de su salterio rezar
e sus molaziellos enseñar;
la batalla faz con sus manos
cuando bautiza sus afijados;
comer e gastar
e dormir e folgar,
fijas de homnes bonos ennartar,
casadas e por casar,
[ «Mas el mayor cuidado / que tiene tu amante / es rezar sus oraciones / y enseñar a sus monaguillos; / la batalla la hace con sus manos / cuando bautiza a sus ahijados; / comer y gastar / y dormir y descansar, / hijas de buenas gentes engañar, / casadas y por casar.» ]
Al clérigo, en fin, de rey para abajo todos le respetan, quedando patente así su situación de privilegio («bien se tiene por villano / quien le non besa la mano»). Y Elena acude, por último, a un argumento irónicamente decisivo:
que más val un beso de infançón,
que cinco de abadón.
[ «Que más vale un beso de infanzón / que cinco de abadón.»
El debate coincide plenamente con los datos históricos conocidos: la medianía de ciertos caballeros; los abusos e inmoralidad de los eclesiásticos. Dos de los pilares básicos del sistema feudal aparecen así violentamente atacados. El criterio realista del debate, la desmitificación de los estamentos mencionados – o, al menos, de algunos de sus estratos–, la ironía frente a cierto tipo de tradiciones y consideraciones sociales y morales, todo parece indicar que la mentalidad del autor no coincide exactamente con los parámetros de la clase dominante…
(continuará)
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