miércoles, 5 de junio de 2024

 

[ 590 ]

 

CONTRAHISTORIA DEL LIBERALISMO

 

Domenico Losurdo

 

(…)

 

 

 

capítulo tercero

 

LOS SIERVOS BLANCOS ENTRE

METRÓPOLI Y COLONIAS:

LA SOCIEDAD PROTO-LIBERAL

 

 

1. FRANKLIN, SMITH Y LOS «RESIDUOS DE ESCLAVITUD» EN LA METRÓPOLI

 

Primero los colonos sediciosos, con ocasión de la revolución norteamericana, y después el Sur de los Estados Unidos, en ocasión del conflicto que lo contrapone al Norte, tachan de hipocresía a sus antagonistas: se indignan por la esclavitud negra, pero cierran los ojos frente al hecho de que, en el ámbito de la sociedad señalada por ellos como modelo, continúan subsistiendo relaciones sustancialmente esclavistas. Como sabemos, Franklin parangona los mineros de Escocia a los negros de las plantaciones americanas y pone en discusión así la pretensión del gobierno de Londres de erigirse en campeón de la libertad.

 

 

Se trata de una intervención claramente polémica, pero cuya validez se confirma por un testimonio muy autorizado. A pesar de compartir la autoconciencia orgullosa de sus compatriotas o de la clase dirigente de su país, Adam Smith reconoce la permanencia en Gran Bretaña de «residuos de esclavitud»: en las salinas y en las minas está en vigor una relación de trabajo que no difiere de la servidumbre de la gleba. Del mismo modo en que los adscripti glebae (los siervos de la gleba), muy numerosos aún en Europa oriental, están ligados de manera coercitiva a la tierra que deben cultivar y son vendidos simultáneamente con ella, así, en el país donde se dejó atrás el Antiguo Régimen desde hace un buen tiempo, los adscripti operi son, en cierto modo, parte integrante del opus, o bien del work (la salina o la mina) y en el caso de que estos sean vendidos, pasan junto a su familia al servicio del nuevo patrón. Por tanto, no se trata de verdadera esclavitud, de la chattel slavery, que permite situar por separado en el mercado a miembros aislados de la familia como cualquier otra mercancía. Los adscripti operi pueden contraer matrimonio y gozar de una vida familiar real, pueden también poseer un mínimo de propiedad, naturalmente no corren el riesgo de ser asesinados impunemente: «sus vidas están bajo la protección de la ley». Pero queda el hecho de que, en Escocia, los trabajadores de las minas de carbón y de las salinas eran obligados a llevar un collar donde estaba escrito el nombre de su amo. Siguiendo la huella del gran economista, tampoco Millar puede dejar de «lamentar el hecho de que en los dominios de Gran Bretaña deba permanecer todavía algún tipo de esclavitud» y desea que el Parlamento intervenga para ponerle remedio, sancionando finalmente la libertad de los trabajadores también en las salinas y en las minas escocesas.

 

 

A juzgar por las Lecciones de jurisprudencia de Smith, se trataría de los «únicos residuos de esclavitud que permanecen entre nosotros». ¿Esto significa que las demás relaciones de trabajo están basadas en la libertad? Con referencia a la Inglaterra de la segunda mitad del siglo XVIII, Blackstone distingue tres tipos de «siervos» en sentido estricto (hagamos aquí abstracción del personal encargado de vigilar y custodiar la propiedad del amo): los menial servants o sea, los «domésticos», los «aprendices» y, finalmente, los «trabajadores» (labourers), que trabajan fuera de la casa del patrono. La relación de trabajo más moderna, menos cargada de reminiscencias feudales y serviles, parecería esta última; pero, con tal propósito, el gran jurista se abandona a la celebración de los «reglamentos muy oportunos», sobre la base de los cuales, por ejemplo, «todas las personas privadas de medios de subsistencia visibles pueden ser obligadas a trabajar», mientras que son castigados aquellos que «abandonan o desertan de su trabajo». En lo que respecta al doméstico o al aprendiz, el patrono ejerce sobre él un derecho de «castigo corporal», que, sin embargo, no debe provocar la muerte o la mutilación.

 

 

Pero ¿qué sucede si se supera este límite? Podemos deducir la respuesta de Smith: «El patrono tiene el derecho de castigar a su siervo [servant] de forma moderada, y si el siervo muere a consecuencia de ese castigo, no es un homicidio, a menos que este haya sido inferido con un arma ofensiva y con premeditación y sin provocación». Es difícil considerar a estos siervos como hombres libres aunque, según el gran economista, estos gozan «casi de los mismos privilegios que los patronos, libertad, salarios, etcétera». En realidad, lo que instituye una diferencia radical es el poder de castigo que los unos ejercen sobre los otros; por otra parte, es el propio Smith quien inserta a los menial servant, junto a los verdaderos esclavos, en el ámbito de la familia ampliada del patrono.

 

 

Este no se limita a vigilar la laboriosidad del siervo. Leamos el testimonio de Hume:

 

«Hoy todos los patronos disuaden a sus propios siervos hombres de que se casen y de hecho, no admiten por ningún motivo que se casen las mujeres, las cuales, en tal caso, ya no estarían en condiciones de cumplir con sus deberes».

 

 

No solo al esclavo negro, también al siervo doméstico blanco le resulta largamente prohibida la posibilidad de formar una familia: la vida privada de uno y otro está sometida al poder o al arbitrio del patrono.

 

 

En fin, hay que señalar que junto a los menial servant se pueden situar los «aprendices», cuya condición, al menos en lo que respecta a Inglaterra, había sido considerada por Grozio muy próxima a la del esclavo. Y esta, en el fondo, es también la opinión de Blackstone.

 

Él reafirma la obligación del esclavo a prestar «servicio perpetuo» con un argumento harto elocuente: en el fondo, se trata de la misma relación que el aprendiz mantiene con el patrono; solo que en este segundo caso interviene una limitación temporal (siete años y en ocasiones más).

 

 

Como ha sido justamente observado «durante gran parte de la historia humana la expresión “trabajo libre” fue una antilogía»…

 

(continuará)

 

 

 

[ Fragmento de: Domenico Losurdo. “Contrahistoria del liberalismo” ]

 

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5 comentarios:

  1. Una urgencia me obliga a acudir a Leroy Merlín en busca de un cartucho de silicona. En caja, entablo breve conversación con una joven cajera. Me despido: "Buen día y que aumenten tu salario" (suelo emplear la coletilla del salario para obtener información "a pie de obra").
    "Gracias", me responde la encantadora muchacha, "pero no tengo salario ninguno, estoy en prácticas... becaria, vaya".

    A la esclavitud se la ha dotado de glamurosos tintes. Ahora el látigo se aplica directamente sobre las espaldas del salario, en este caso arrancado de cuajo de un latigazo "legal".

    Salud y comunismo

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    1. Valle-Inclán:
      « ¡Las leyes las sacan los ricos,
      sin otra mira que sus prosperidades! »

      Da que pensar, y mucho, el caso que relatas de esa joven cajera que, por decirlo así, trabaja de forma ‘voluntaria’, legal y completamente gratis para el bolsillo de la multinacional yanqui LEROY MERLÍN. Aunque desde luego en los tiempos que corren no se puede decir que sea un caso excepcional, sino más bien habitual sobre todo entre los jóvenes y no tan jóvenes que tratan por todos los medios de ingresar en la “Jungla del mercado laboral”. Como es lógico por la clase a la que pertenezco, conozco en mi entorno familiar varios casos que en esencia resultan equivalentes: “voluntariamente” se obsequia (cuando existe salario también: el tiempo de trabajo no retribuido, la plusvalía) al empleador con el total o una parte de la única mercancía que pertenece al obrero ( y que, aunque él, víctima del fetichismo de la mercancía lo ignora, es imprescindible para su propia supervivencia y permanencia como explotado en la pobreza tanto como para el continuo enriquecimiento del capitalista empleador-explotador). Y para colmo, la mistificación de esta relación social, de explotación y opresión, queda oculta y aparece a ojos de unos y otros de forma distinta: el explotado tiene “sus razones particulares” para aceptar tales relaciones de explotación, y lo hace “por iniciativa propia”, ¡Nadie le coacciona!, ¡Nadie le pone una pistola en el pecho para firmar un contrato o aceptar un acuerdo!


      Valle-Inclán:
      « No me soponcies con esas cuentas tan negras, que ya estoy mayor… ¿Qué tiro es el tuyo?»


      En los textos clásicos del marxismo aprendimos, digo algunos que sin las heroicidades de Gramsci sacamos libros y tiempo de donde no había, que el “trabajador libre” (no me canso de poner comillas porque ya comprenderán que la ironía conviene balizarla) como dueño de su fuerza de trabajo, sólo la vende por cierto tiempo, mediante contrato legal escrito o acuerdo ilegal verbal, pues si la vendiera en bloque y para siempre, lo que hace es venderse a sí mismo, convertirse de “libre” en “esclavo”, de poseedor de la mercancía fuerza de trabajo, en “mercancía”.

      Si aceptamos tal premisa transferida a los tiempos “laborables” que sustentan el orden neoliberal establecido, la joven cajera o sin ir más lejos mi sobrina en “un gabinete de la Universidad Complutense”, con contrato en prácticas o no, no podría ser considerada como “esclava”, ya que, aunque ni siquiera recibe un mísero salario, no consta que hayan vendido su “fuerza de trabajo” a cambio de cero euros, para siempre. Como –por abundar y para que la mayoría no se vaya de rositas–, tampoco lo hace un un obrero, de la mano o del cerebro, que curra, más allá de la jornada laboral legal, horas extraordinarias y consiente mansa y generosamente en no cobrárselas, ni tenérselas en cuenta, a su puntual explotador-empleador. Este curioso intercambio legal de fuerza de trabajo a cambio de nada, me parece que puede ser, aunque en el distinto grado del todo y la parte, un buen ejemplo de mistificación salarial (es decir, que el salario sea el cambio adecuado al trabajo realizado. O sea, que la plusvalía no se mienta).


      Valle-Inclán:

      «¡Y cuantas tribulaciones para sólo mal vivir!»



      Salud y comunismo

      *

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    2. ¿Saben las abejas a dónde va a parar el producto de su afanoso trabajo, la miel? Evidentemente, no. Es un patrón que se repite a lo largo de la historia: minoría organizada establece su dominio sobre mayoría desorganizada (u organizada por el "apicultor" para extraerle la jugosa plusvalía).

      Vivir, lo que se dice vivir, está al parecer reservado a ciertas elites de la clase dominante, el resto, la inmensa mayoría, podría lamentarse, parafraseando a Valle-Inclán, de las muchas tribulaciones que ha de padecer sólo para sobrevivir.

      Salud y comunismo

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    3. Agrego un texto de Valle-Inclán sobre “esclavos”:


      “…Los Estados Europeos, nacidos de guerras y dolos, no sienten la vergüenza de su historia, no silencian sus crímenes, no repugnan sus rapiñas sangrientas. Los Estados Europeos llevan la deshonestidad hasta el alarde orgulloso de sus felonías, hasta la jactancia de su cínica inmoralidad a través de los siglos. Y esta degradación se la muestran como timbre de gloria a los coros juveniles de sus escuelas. Frente a nuestros ideales, la crítica de esos pueblos es la crítica del romano frente a la doctrina del Justo. Aquel obeso patricio, encorvado sobre el vomitorio, razonaba con las mismas bascas. Dueño de esclavos, defendía su propiedad: Manchado con las heces de la gula y del hartazgo, estructuraba la vida social y el goce de sus riquezas sobre el postulado de la servidumbre: Cuadrillas de esclavos hacían la siega de la mies: Cuadrillas de esclavos bajaban al fondo de la mina: Cuadrillas de esclavos remaban en el trirreme. La agricultura, la explotación de los metales, el comercio del mar, no podrían existir sin el esclavo, razonaba el patriciado de la antigua Roma. Y el hierro del amo en la carne del esclavo se convertía en un precepto ético, inherente al bien público y a la salud del Imperio…”


      [ Fragmento de: Ramón María del Valle-Inclán. “Tirano Banderas (1926)” ]


      PD. Te enviaré por correo los libros que tengo del imprescindible Ramón del Valle-Inclán. Salud y comunismo


      *

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    4. A propósito de libros y lectura:

      «Los chicos le aplaudían y vitoreaban; las personas mayores le saludaban con alegría; las gentes, en general, le llamaban el "camión de los libros" y también "el camión que habla"».

      https://www.agenteprovocador.es/publicaciones/el-camion-magico-c499s

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