lunes, 15 de julio de 2024

 

[ 608 ]

 

EL MÉTODO YAKARTA

 

Vincent Bevins

 

(…)

 

 

 

06

 

El movimiento 30 de septiembre

 

 

 

CONVOCATORIA NOCTURNA

 

La noche del 30 de septiembre de 1965, muy tarde (en realidad eran ya las primeras horas del 1 de octubre), el Gerakan 30 September se reunió en la base militar Halim de las Fuerzas Aéreas, el mismo aeropuerto en el que Francisca y Zain tuvieron su primer y modesto hogar en un garaje catorce años antes.

 

 

Los líderes del Movimiento 30 de Septiembre pertenecían a las Fuerzas Armadas: el teniente coronel Untung, por ejemplo, era un militar fornido que había atacado a las tropas neerlandesas en la disputa por Nueva Guinea Occidental; el coronel Abdul Latief era un comandante destacado que había combatido en la revolución contra los Países Bajos en la década de 1940.

 

 

Organizaron varios equipos compuestos por soldados que ya estaban oficialmente a sus órdenes. Cada uno tenía una misión, similares todas. Se dirigirían a los hogares de siete de los oficiales de mayor rango de las Fuerzas Armadas, los arrestarían y los llevarían a la base aérea. En la profunda oscuridad de la madrugada, pusieron rumbo al centro de Yakarta en camiones militares.

 

 

Tuvieron un éxito parcial. Seis de los equipos trasladaron a los arrestados, incluido el teniente general Achmad Yani, máximo responsable del Ejército de Tierra. Sin embargo, el objetivo más importante, el general Nasution (amigo de Washington y de Howard Jones desde 1958), escapó. Cuando iniciaron el asalto, Nasution saltó por el muro trasero de su vivienda, en el acomodado barrio de Menteng, y se ocultó en casa de su amigo el embajador iraquí. El Movimiento 30 de Septiembre se llevó en su lugar a su asistente militar. En el asalto, su hija de cinco años recibió un disparo y murió.

 

 

Algunos de los miembros del Movimiento 30 de Septiembre, en su mayor parte soldados regulares del Ejército de Tierra, marcharon por la ciudad y ocuparon la plaza de la Independencia, hogar del imponente Monumento Nacional que sorprendió a Magdalena cuando llegó a Yakarta por primera vez. Uno de los oficiales de mayor rango del movimiento se dirigió al palacio presidencial a informar a Sukarno de que habían arrestado a generales que conjuraban contra él. No estaba allí. Como era frecuente, aquella noche la estaba pasando en casa de su tercera mujer.

 

 

A las 07:30, los residentes de Yakarta oyeron en la radio «una declaración obtenida del teniente coronel Untung, comandante del Movimiento 30 de Septiembre». La voz contaba a la población de la capital que el movimiento se había formado para impedir el «golpe de Estado contrarrevolucionario» que planificaba el Consejo de Generales, un grupo que «abrigaba intenciones viles contra la república, Indonesia y el presidente Sukarno». El movimiento los había arrestado para proteger a Sukarno; poco después se facilitarían más datos.

 

 

En torno a las 09:00, Sukarno llegó por fin a la base aérea de Halim para reunirse con el representante que había intentado verlo varias horas antes. Por motivos que todavía no entendemos por completo, cuando Sukarno llegó, los seis generales capturados estaban muertos y sus cadáveres descansaban en el fondo de un pozo abandonado cerca de la base aérea. Desconocemos si el presidente Sukarno o el propio miembro del Movimiento 30 de Septiembre nombrado para reunirse con él conocían estos hechos en su momento.

 

 

Los líderes del Movimiento 30 de Septiembre provenían del Ejército de Tierra. Ni las Fuerzas Aéreas, ni la Armada, ni los mandos policiales estaban implicados. No obstante, cuando los líderes de las Fuerzas Aéreas fueron informados del movimiento y de su éxito, lo celebraron. Creían que una actuación militar interna, leal al presidente Sukarno, había impedido un complot de la derecha. Según consta, el propio Sukarno se sorprendió por la naturaleza del anuncio radiado, pero tenía intención de esperar a ver qué había sucedido y cómo se desarrollaban los acontecimientos antes de adoptar una determinación.

 

 

Aidit, el líder del Partido Comunista Indonesio, y algunos de los miembros de las Juventudes Populares también se presentaron en la base aérea militar de Halim en algún momento del 1 de octubre. Estaban en edificios distintos y no podían comunicarse directamente con los líderes de la rebelión militar. El movimiento había cortado las líneas telefónicas de la ciudad y no tenían walkie-talkies ni radios. Tampoco disponían de tanques, el equipamiento estándar de los golpistas en aquella época.

 

 

La confusión no duró mucho más de un día: en doce horas el movimiento fue aplastado y el Ejército, liderado ahora por el derechista general Suharto, se hizo con el control directo del país.

 

 

Transcurridos más de cincuenta años, todavía no comprendemos por completo quién planificó el Gerakan 30 September ni el objetivo real de la operación de aquella noche. De lo que disponemos es de un abanico de teorías plausibles.

 

 

Una posible versión de la historia, propuesta por el historiador John Roosa, es que Aidit contribuyera a organizar el asalto a través de un intermediario comunista perteneciente al Ejército. Debido a que las conversaciones con el Ejército de Tierra fueron secretas e indirectas, ambas partes (Aidit y el movimiento) terminaron cerrando un plan mal concebido y condenado al fracaso. Tenían intención de arrestar sin hacer ruido a los generales —como había sido costumbre en Indonesia desde tiempo atrás, antes de que el propio Sukarno fuera secuestrado en 1945— y presentarlos ante el presidente como traidores. Sus muertes, en esta versión, habrían sido resultado de la incompetencia y el pánico. Esta es probablemente la más «conservadora» de las versiones creíbles, el relato que presenta la acusación mayor contra el PKI. Aidit lo habría comentado únicamente con un diminuto grupo de personas del partido: ni siquiera lo habría hecho con el Comité Central ni con el Politburó. De acuerdo con esta versión, Aidit y un diminuto grupo de comunistas de alto nivel habrían sido responsables de contribuir a la muerte accidental de los generales, y habrían sido llevados a hacerlo por las campañas de desinformación de Estados Unidos y el Reino Unido, diseñadas de manera explícita para que creyeran que no tenían otra opción más que actuar.

 

 

Esta historia no convence a todos. ¿Por qué —plantean algunos— llevaría Aidit a cabo una acción armada o violenta contra el Ejército cuando la posición del Partido Comunista estaba tan asentada con Sukarno en la presidencia? Aidit sabía muy bien que la influencia del PKI dependía por completo del poder blando y que los militares tenían todas las armas. ¿Y cómo es que militares entrenados a los que se les encarga arrestar a sus superiores mientras duermen terminan accidentalmente matándolos a todos y arrojándolos a un pozo?

 

 

Varias teorías rivalizan. Benedict Anderson, tal vez el experto en Indonesia más famoso del siglo XX, y la académica Ruth McVey presentaron una descripción de los hechos en 1966 en la que el movimiento era en gran medida lo que afirmaba ser: un movimiento interno del Ejército de Tierra que el PKI no contribuyó a organizar. Como consecuencia, Anderson fue expulsado de Indonesia los siguientes veintiséis años. Justo antes de su muerte, en 2015, afirmó que seguía creyendo que esto era lo que había sucedido.

 

 

Luego encontramos las declaraciones completamente plausibles de que el general Suharto, el hombre que tomó el poder cuando se calmó la tempestad, planificó o se infiltró en el movimiento, tal vez con asistencia extranjera, para preparar su asalto al poder. Era, a fin de cuentas, cercano a los líderes de la rebelión. Suharto tenía un pasado de conflictos con Nasution y Yani, y fue el único oficial de alto nivel del Ejército de Tierra abiertamente de derechas que no fue objetivo del movimiento. Subandrio, el exministro de Exteriores, el hombre que tuvo que oír a Howard Jones negar que la CIA estuviera bombardeando el país en 1958, presenta, desde el propio Gobierno, un relato creíble según el cual los líderes del Movimiento 30 de Septiembre pusieron al corriente por adelantado a su amigo Suharto; este se comprometió a darles su apoyo, pero en lugar de eso decidió ocultarlo y utilizar la rebelión como pretexto para hacerse con el poder. Abdul Latief, líder del G30S, también indicó, a posteriori, que Suharto había sido informado de los planes por anticipado.

 

 

Sabemos que hubo una conspiración. A menos que la CIA y otras organizaciones como el Ejército indonesio desclasifiquen la información de la que disponen, solo podemos teorizar acerca de su verdadera naturaleza basándonos en las pruebas disponibles. Ahora bien, la siguiente parte de la historia no está en duda.

 

 

Después de los acontecimientos del 1 de octubre, el general Suharto se hizo con el control del país y contó una serie de mentiras deliberadas cuidadosamente medidas. Estas falsedades fueron durante décadas dogma oficial en uno de los países más grandes del mundo…

 

(continuará)

 

 

 

 

 

[ Fragmento de: Vincent Bevins. “El método Yakarta” ]

 

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