sábado, 14 de septiembre de 2024

[ 635 ]

 

 

CONTRAHISTORIA DEL LIBERALISMO

 

Domenico Losurdo

 

(…)

 

 

 

capítulo tercero

 

LOS SIERVOS BLANCOS ENTRE 

METRÓPOLI Y COLONIAS:

LA SOCIEDAD PROTO-LIBERAL

 

 

 

 

9. UNA TOTALIDAD DE CARACTERÍSTICAS SINGULARES

 


Hemos visto a Mandeville invitar a los jueces a que sean más drásticos al condenar a muerte a los culpables o sospechosos de robos y raterías, incluso a riesgo de condenar a algún inocente: es prioritaria la exigencia de salvaguardar la «paz de la sociedad» o el «beneficio» de la «nación». Blackstone reconoce que el reclutamiento forzoso de marineros resulta muy discutible y lesivo a la libertad y «puede ser justificado solo por la necesidad pública (public necessity), a la que se deben supeditar todas las consideraciones particulares». A su vez, Locke llama repetidamente a no perder de vista nunca el «interés público», el «bien de la nación», el «bien público», la «salvación del pueblo» o la «supervivencia de la totalidad» (preservation of the whole), del «Estado en su totalidad» (the whole commonwealth).

 

 

Esta Totalidad, invocada aquí con tanta pasión, exige el sacrificio no momentáneo, sino permanente, de la inmensa mayoría de la población, cuya condición resulta tan trágica por el hecho de que cualquier perspectiva de mejoramiento parece muy remota. Es más, solo acariciar proyectos que vayan en esta dirección, es sinónimo no solo de utopismo abstracto, sino incluso y sobre todo, de peligrosa tendencia subversiva. Según Townsend, «el capital de felicidad humana se acrecienta enormemente» por la presencia de «pobres», obligados a realizar los trabajos más pesados y más penosos. Los pobres merecen plenamente su suerte; son, por definición, derrochadores y vagabundos, pero sería un desastre para la sociedad si por casualidad ellos tuvieran que reconocer sus errores y corregirlos: «Las flotas y los ejércitos del Estado advertirían la falta de soldados y marineros, si la sobriedad y la diligencia prevalecieran universalmente». Y también la economía del país se hallaría en una situación muy difícil. A la misma conclusión llega Mandeville: «Para hacer feliz a la sociedad es necesario que la gran mayoría permanezca ignorante o pobre»; «la riqueza más segura consiste en una masa de pobres laboriosos». Y ahora leamos a Arthur Young: 

 

 

«Todos, excepto los idiotas, saben que las clases inferiores deben ser mantenidas en la pobreza; de otro modo, nunca serán industriosas» 

 


y no producirán la «riqueza de las naciones» de que habla Smith. A las mismas conclusiones llega más tarde, en Francia, Destutt de Tracy: «En las naciones pobres es donde la gente se encuentra cómoda. Y en las naciones ricas es donde por lo general, es pobre». ¿Por qué no se advierte como contradictoria la frase —en sus distintas variantes— en base a la cual la felicidad y la riqueza de la sociedad dependen del esfuerzo y de las privaciones de los pobres, que son los que constituyen la gran mayoría de la población? Quien explica la lógica de esta Totalidad de características singulares es Locke: los esclavos «no pueden ser considerados parte de la sociedad civil, cuyo fin principal es la conservación de la propiedad». Y esta es también la opinión de Algernon Sidney: «Un reino o una comunidad […] está compuesta por hombres libres e iguales; los siervos pueden estar presentes en ella, pero no son miembros suyos»; así es, «ningún hombre, mientras sea siervo, puede ser miembro del Estado [commonwealth]»; él no es ni siquiera miembro del pueblo, porque el «pueblo» es el conjunto de los «hombres libres». Los pobres son la casta servil de la que necesita la sociedad, son los cimientos subterráneos del edificio social, son los que más tarde Nietzsche definirá como los «topos ciegos de la cultura»; queda claro que, respecto a la sociedad y a la civilización, los pobres y los topos continúan manteniendo siempre una relación de no pertenencia…

 

(continuará)

 

 

 

 

[ Fragmento de: Domenico Losurdo “Contrahistoria del liberalismo”]

 

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