miércoles, 9 de octubre de 2024



[ 650 ]

 

LENIN

la coherencia de su pensamiento

 

György Lukács

 

 ( 06 )

 

 

 

Capítulo 3

EL PARTIDO DIRIGENTE DEL PROLETARIADO

 

 

La misión histórica del proletariado consiste, pues, en romper todo entendimiento ideológico con las otras clases y encontrar su más clara conciencia de clase sobre la base de la especificidad de su situación de clase y de la autonomía de sus intereses clasistas de ella derivados. Tan sólo de esta manera estará en condiciones de dirigir a todos los oprimidos y explotados de la sociedad burguesa en la lucha común contra los dominadores económicos y políticos. El fundamento objetivo de este papel dirigente del proletariado no es otro que su lugar en el proceso capitalista de producción.

 

 

De todos modos, quien imagine que la verdadera conciencia de clase del proletariado, esa conciencia suya de clase que ha de capacitarle para ocupar el papel dirigente que le corresponde, puede nacer en él de manera progresiva y espontánea, sin tropiezos ni regresiones, como si el proletariado pudiera desarrollar ideológicamente su misión revolucionaria a partir tan sólo de su posición de clase, no está sino aplicando de manera mecánica el marxismo y entregándose a una ilusión de todo punto contraria a la verdad histórica.

 

 

Los debates en torno a Bernstein han mostrado claramente la imposibilidad de una transformación económica del capitalismo en socialismo. La contrapartida ideológica de esta teoría, sin embargo, ha subsistido incólume en el pensamiento de muchos revolucionarios sinceros de Europa, sin haber sido reconocida siquiera como problema y peligro. No es que los mejores de entre ellos hayan desconocido plenamente la existencia y la importancia de este problema, que no se hayan dado cuenta de que la victoria definitiva del proletariado debe atravesar un largo camino, lleno de derrotas, siendo, además, inevitables las regresiones -no sólo materiales, sino también ideológicas- a estadios ya superados.

 

 

Sabían -por utilizar la formulación de Rosa Luxemburgo- que, de acuerdo con sus premisas sociales, la revolución proletaria "no podía llegar demasiado pronto" y, sin embargo, "tenía necesariamente que llegar demasiado pronto" a efectos del sostenimiento y retención del poder (o sea, en el plano ideológico). Por mucho que en esta perspectiva histórica acerca del camino que el proletariado debe recorrer para alcanzar su liberación se sustente también la creencia de que una espontánea autoeducación revolucionaria de las masas proletarias (por acciones de masas y las experiencias que de ello se derivan), apoyada por una agitación teórica adecuada del partido, por propaganda, etc., sea suficiente para garantizar la evolución a estos efectos necesaria, no por ello se ha conseguido superar el punto de vista de la espontánea entrega ideológica del proletariado a su misión revolucionaria.

 

 

Lenin fue el primer -y durante mucho tiempo único- líder teórico importante que se decidió a atacar este problema en su dimensión teórica central y, en consecuencia, en su aspecto práctico más importante: el de la organización. La polémica en torno al artículo 1º de los estatutos de la organización en el Congreso de Bruselas-Londres de 1903 es conocida hoy por todos. Se trataba de dilucidar si podía ser miembro del partido todo aquel que lo apoyara y trabajara bajo su control (como querían los mencheviques), o si resultaba indispensable para ello la participación en las organizaciones ilegales, la total entrega al trabajo del partido y la absoluta subordinación a su disciplina - concebida del modo más severo. Las otras cuestiones organizativas, como, por ejemplo, la centralización, no eran, en realidad, sino consecuencias objetivas y necesarias de esta toma inicial de posición. Se trata, en definitiva, de una polémica reducible al antagonismo entre los citados puntos de vista generales sobre la posibilidad, el probable desarrollo, el carácter, etc., de la revolución, aunque en aquella época era Lenin el único en vislumbrar la interdependencia de todos estos factores.

 

 

El plan bolchevique de organización hace surgir de la masa más o menos caótica de la generalidad de la clase un grupo de revolucionarios conscientes del objeto de su lucha y dispuestos a cualquier sacrificio. Pero, ¿no se corre así el peligro de que estos "revolucionarios profesionales" se desgajen de la vida real de su clase y acaben convirtiéndose, a raíz de dicha separación, en una secta o grupo de conspiradores? ¿Acaso no es este plan de organización una simple consecuencia de ese "blanquismo", que los "agudos" revisionistas pretenden detectar incluso en Marx?

 

 

No es posible investigar aquí lo errado de este reproche, incluso en lo concerniente al propio Blanqui. De todos modos, ni siquiera penetran en el núcleo mismo de la organización leninista, ya que según Lenin, el grupo de los revolucionarios profesionales no ha tenido un solo momento la visión de "hacer" la revolución o arrastrar tras de sí, gracias a su acción independiente y valerosa, a la masa inerte, poniéndola frente al fait accompli [ Hecho consumado] de la revolución.

 

 

La idea leninista de la organización presupone el hecho de la revolución, de la actualidad de la revolución. Si a los mencheviques les hubiera asistido la razón en su visión de la historia, si lo que nos hubiera aguardado fuera una época (relativamente) tranquila de prosperidad y extensión lenta y progresiva de la democracia, en la que los vestigios feudales hubieran sido barridos en los países atrasados por el "pueblo", por las clases "progresistas", los grupos de revolucionarios habrían terminado por perder toda agilidad, reducidos a sectas o simples círculos de propagandistas.

 

 

El partido, en tanto que organización fuertemente centralizada de los elementos más conscientes del proletariado -y sólo de éstos es concebido como el instrumento de la lucha de clases en un periodo revolucionario. "No es posible separar mecánicamente las cuestiones políticas de las organizativas", decía Lenin, y quien apruebe o rechace la organización bolchevique del partido, sin plantearse el problema de si estamos o no en la época de la revolución proletaria no ha entendido absolutamente nada de la esencia de la misma.

 

 

 

Ahora bien, desde un ángulo totalmente opuesto podría surgir sin duda la siguiente objeción: dada la actualidad de la revolución, una organización semejante ha de resultar forzosamente superflua. Quizá en la época de paralización del movimiento revolucionario haya sido útil unir en una organización, a todos los revolucionarios profesionales.

 

 

En los años mismos de la revolución, sin embargo, estando las masas profundamente trastornadas, en un momento en el que sólo en unos días viven más experiencias revolucionarias y maduran más rápidamente que ayer en decenios, en un momento en el que incluso sectores de esta clase normalmente alejados del movimiento revolucionario, a pesar de que éste afectara en lo más profundo sus propios concretos intereses cotidianos, irrumpen en la escena de la revolución, dicha organización parece inútil y falta de sentido. Porque desperdicia energías aprovechables y, cuando su influencia se extiende, paraliza el espontáneo ímpetu revolucionario de las masas.

 

 

 

Es evidente que esta objeción nos lleva de nuevo al problema del autodesarrollo ideológico del proletariado. El Manifiesto Comunista caracteriza nítidamente el vínculo existente entre el partido revolucionario del proletariado y la totalidad de la clase. Los comunistas únicamente se diferencian de los restantes partidos proletarios en dos puntos principales: por un lado, anteponen y subrayan en las diversas luchas nacionales de los proletarios los intereses que a todos ellos les son comunes, independientemente de su nacionalidad, y, por otro, en las diferentes fases que atraviesa la lucha entre proletarios y burgueses, representan siempre los intereses del movimiento proletario considerado en su conjunto.

 

 

Los comunistas son, pues, prácticamente la fracción más resuelta y activa de los partidos obreros de todos los países y, teóricamente, tienen sobre el resto del proletariado la ventaja de su clara visión de las condiciones, de la marcha y de los resultados generales del movimiento proletario. Son -en otros términos- la figura visible de la conciencia de clase del proletariado. Y el problema de su organización se decide de acuerdo con el modo como el proletariado alcanza en verdad esta conciencia de clase y la hace plenamente suya.

 

 

Todo aquel que no niegue incondicionalmente la función revolucionaria del partido habrá de reconocer por fuerza que esta apropiación por parte del proletariado de su conciencia de clase no tiene lugar de manera automática exclusivamente en virtud del proceso mismo de las fuerzas económicas de la producción capitalista, ni por el simple crecimiento orgánico de la espontaneidad de las masas.

 

 

La diferencia entre la concepción leninista del partido y las otras radica principalmente en su mucho más profunda y consecuente captación de la creciente diferenciación económica en el seno del proletariado (aparición de una aristocracia obrera, etc), por un lado, y, en su visión, por otro, de la cooperación revolucionaria del proletariado con las otras clases en el marco de la nueva perspectiva histórica trazada. De todo ello se deduce una importancia creciente del proletariado en la preparación y dirección de la revolución, desprendiéndose de tal en consecuencia también la función rectora del partido respecto de la clase obrera.

 

 

El nacimiento y envergadura creciente de una aristocracia obrera equivale, desde este punto de vista, a un aumento progresivo de la (siempre presente, aunque relativa) divergencia entre los intereses cotidianos de ciertas capas obreras y los verdaderos intereses de la clase considerada en su totalidad, divergencia que, por otra parte, va endureciéndose en el curso de este proceso. La evolución capitalista, que en un principio niveló y unificó de manera tan imponente a la clase obrera geográficamente dividida, separada en corporaciones correspondientes a los distintos oficios, etcétera, da lugar ahora a una nueva diferenciación. Diferenciación entre cuyas consecuencias no figura únicamente el que el proletariado deje de enfrentarse con auténtica unanimidad a la burguesía.

 

 

Hay que contar, además, con el peligro de que en virtud de su creciente ascenso a un modo de vida pequeño burgués y su ocupación de puestos en la burocracia de los sindicatos o del partido, a veces incluso en los municipios, etc., estas capas sociales obtengan -a pesar de o precisamente por su ideología aburguesada y su falta de conciencia proletaria de clase- cierta superioridad en cuanto a cultura formal, rutina administrativa, etc., sobre las restantes capas proletarias, acabando por ejercer así una influencia retrógrada sobre la totalidad de la clase. Dicho de otra manera, que su influencia en las organizaciones del proletariado ayude a oscurecer la conciencia de clase de los obreros todos, encaminándolos a un acuerdo tácito con la burguesía.

 

 

Contra este peligro no bastan la simple claridad teórica, ni la agitación y propaganda propias de los grupos revolucionarios conscientes. Porque durante mucho tiempo estos antagonismos de intereses no se manifiestan de forma verdaderamente clara para todos los obreros, hasta el punto de que, en ocasiones, incluso sus mismos representantes ideológicos no llegan a percibir que se han desviado del camino de la clase a que pertenecen. En efecto, dichas diferencias pueden quedar fácilmente ocultas a los ojos de los obreros, hasta el punto de que en ocasiones incluso sus representantes ideológicos no llegan a percibir que se han desviado del camino de la clase a que pertenecen, o también pueden quedar oculta bajo la máscara de "divergencias teóricas de opinión", simples "diferencias tácticas", etc. Y el instinto revolucionario de los obreros, que a veces se descarga en grandes acciones espontáneas de masas, es incapaz de mantener la conciencia de clase al nivel alcanzado por medio de la acción espontánea, conservándola como un bien duradero para la clase obrera en su conjunto.

 

 

La autonomía, en el dominio de la organización, de los elementos plenamente conscientes de la clase obrera resulta, aunque no fuera más que por esto, verdaderamente insoslayable. Ahora bien, el curso del razonamiento nos muestra que la forma leninista de organización está profundamente vinculada a la previsión de inminencia de la revolución. Porque únicamente en este contexto se revela la decisiva importancia negativa que puede, en realidad, tener toda desviación del verdadero camino de la clase obrera; únicamente en este contexto cabe medir la enorme trascendencia que para la clase obrera en su conjunto puede alcanzar toda decisión sobre problemas del momento, en apariencia de poca monta; únicamente en este contexto llega, en fin, a ser vital para el proletariado la materialización ante sus ojos del pensamiento y de la acción verdaderamente propios de su situación de clase.

 

 

Ahora bien, la actualidad de la revolución no significa que la efervescencia de la sociedad, es decir, la descomposición de sus viejas estructuras haya de limitarse al proletariado; afecta, por el contrario, a todas las clases sociales. La medida auténtica de una situación revolucionaria es, en opinión de Lenin que las capas inferiores de la sociedad "no quieran vivir el modo antiguo", y las capas superiores, a su vez, "no puedan vivir al modo antiguo"; "sin una crisis de la nación entera (que afecte tanto a los explotadores como a los explotados), la revolución no es posible".

 

 

Cuanto más profunda es la crisis, más amplias son las perspectivas de la revolución. Cuanto más aumenta en popularidad, sin embargo, cuantas más capas sociales llega a afectar, tanto mayor es el número de movimientos diversos y elementales que se entrecruzan en ella, tanto más confusas y cambiantes resultan las relaciones de fuerza entre las dos clases de cuya lucha depende en última instancia todo: la burguesía y el proletariado.

 

 

Si el proletariado quiere vencer en esta lucha, debe apoyar y sostener toda corriente que coadyuve a la descomposición de la sociedad burguesa, procurando integrar todo movimiento elemental, de cualquier capa oprimida, por poco claro que sea, en el movimiento revolucionario general. Y la inminencia de un período revolucionario resulta, asimismo, visible en la búsqueda, por parte de todos los insatisfechos de la antigua sociedad, de vinculación con el proletariado o, por lo menos, de algún tipo de relación con él. En lo que no deja de haber, sin embargo, un gran peligro.

 

 

 

Porque si el partido del proletariado no está organizado de tal manera que quede garantizada la pertinencia de su línea política como única válida para la clase que representa, los nuevos aliados que en número creciente van apareciendo en toda situación revolucionaria pueden aportar más bien que ayuda, desorden. Porque las otras clases oprimidas de la sociedad (campesinos, intelectuales, pequeñoburgueses) no aspiran, como es obvio, a los mismos objetivos que el proletariado.

 

 

El proletariado -si sabe lo que quiere y lo que debe desear desde el punto de vista de clase- puede rescatarse a sí mismo y a estas otras capas de la miseria social. Si el partido, intérprete combativo de su conciencia de clase, se muestra inseguro en cuanto al camino que debe seguir la clase obrera, si ni siquiera su mismo carácter proletario está garantizado en el plano de la organización, las citadas capas sociales invadirán el partido de proletariado y lo desviarán de su auténtico camino; de este modo, una alianza que, en el caso de poder contar con una organización del partido proletario perfectamente clara desde el punto de vista de las clases, podría impulsar la revolución, acabaría haciéndola peligrar sobremanera.

 

 

La concepción leninista del partido tiene, pues, como consecuencia dos polos necesarios: por una parte, la selección más severa de los miembros en función de su conciencia proletaria de clase, por otra el más absoluto apoyo a todos los oprimidos y explotados de la sociedad capitalista, a los que debe estar unido por una relación de solidaridad.

 

 

 

Quedan así unidos de manera dialéctica la inexorable claridad en cuanto a los fines y la universalidad, la dirección de la revolución en un estricto sentido proletario y el carácter nacional (e internacional) general de la revolución.

 

 

 

La organización menchevique debilitaba estos dos polos, mezclándolos y rebajándolos a la categoría de meros compromisos y uniéndolos de este modo en el partido mismo. Se aislaba de amplias capas de explotados (de los campesinos, por ejemplo), uniendo, sin embargo, en el partido grupos de intereses muy diversos, con lo que acababa por resultarle imposible todo pensamiento y acción verdaderamente unitarios.

 

 

 

En lugar, pues, de coadyuvar en la oscilante y caótica lucha entre las clases (ya que toda situación revolucionaria se expresa, precisamente, en un estado de caos profundo de la sociedad entera) a la edificación -lo más clara posible- de un frente decisivo para la victoria, el frente del proletariado contra la burguesía, así como a la agrupación en el seno del proletariado de los sectores más confusos de explotados, dicho partido se transforma él mismo en una masa poco clara de grupos cuyos intereses difieren, en última instancia, entre sí.

 

 

No llega por lo general a la acción sino a fuerza de compromisos internos, a remolque de grupos que tienen una visión más clara o que son más activos; o bien no le queda ya otro recurso que contemplar de manera fatalista el curso de los acontecimientos…

 

(continuará)

 

 

 

[Fragmento de: LUKÁCS / LENIN la coherencia de su pensamiento]

 

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2 comentarios:

  1. "Y el problema de su organización se decide de acuerdo con el modo como el proletariado alcanza en verdad esta conciencia de clase y la hace plenamente suya". Ahí radica, a mi parecer, el meollo de la cuestión. Alcanzar dicha conciencia seguramente sea la mayor aspiración y la más ardua (y a menudo frustrante) tarea a la que se enfrenta la militancia. Alcanzada "de verdad", sólo cabe permanecer fiel a los principios y compromisos que de ella se derivan (coherencia) , o traicionarla.

    Salud y comunismo

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  2. HALLAN UN MURAL ANTIFASCISTA DE LA GUERRA CIVIL EN UNA ANTIGUA FÁBRICA DE COCENTAINA (ALICANTE)

    "PARA GANAR LA GUERRA, CULTURA Y DISCIPLINA"

    https://espina-roja.blogspot.com/2024/10/hallan-un-mural-antifascista-de-la.html

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