domingo, 10 de noviembre de 2024

 

[ 667 ]

 

LENIN

la coherencia de su pensamiento

 

György Lukács

 

 ( 08 )

 

 

 

 

Capítulo 4

EL IMPERIALISMO: GUERRA MUNDIAL Y GUERRA CIVIL

 

 

 

¿Hemos entrado acaso en el período de las luchas revolucionarias decisivas? ¿Es este ya el momento en el que el proletariado ha de llevar a cabo su misión transformadora del mundo, bajo la pena de su propia desaparición?

 

En realidad, semejante decisión únicamente puede deberse a una mayor madurez ideológica u organizativa del proletariado en el caso de que esta madurez, es decir, la decisión de combatir, no sea sino una consecuencia de la situación económica y social objetiva del mundo, que empuja a actuar así. Y un acontecimiento, sea cual fuere, derrota o victoria, no puede en modo alguno decidir este problema. Es más, cuando se considera un determinado acontecimiento aisladamente, ni siquiera se puede determinar si se trata de una victoria o una derrota: únicamente en virtud de su relación con la totalidad de la evolución histórico-social es convertido un hecho aislado en una victoria o una derrota a escala histórico-universal.

 

 

De ahí que la controversia en el seno de la socialdemocracia rusa (que entonces acogía tanto a los mencheviques como a los bolcheviques), una discusión -que estalló ya durante el curso de la primera revolución y alcanzó su punto culminante una vez derrotada ésta- en torno al problema de si al hablar de la revolución se tenía que escribir 1847 (o sea, antes de la revolución decisiva) o 1848 (después de la revolución decisiva), no pudiera menos de desbordar el marco de la estricta problemática rusa.

 

 

Antes de darle una solución ha de quedar resuelto el problema del carácter fundamental de nuestra época. La cuestión más restringida, propiamente rusa, de si la revolución de 1905 fue una revolución burguesa o una revolución proletaria y de si el comportamiento proletario y revolucionario de los obreros fue o no "deficiente", no puede, en realidad, encontrar respuesta fuera de este contexto. De todos modos, el hecho mismo de que se haya planteado tan enérgicamente este problema indica ya la dirección en que debe buscarse su respuesta.

 

 

Porque la escisión del movimiento obrero ruso en dos alas, la izquierda y la derecha, tiende cada vez más, incluso fuera de Rusia, a adoptar la forma de una controversia en torno al carácter general de la época.

 

 

Controversia sobre si ciertos fenómenos económicos, cada vez más claramente perceptibles (concentración de capital, importancia creciente de los grandes bancos, colonialismo, etc.), son sólo estadios cuantitativamente superiores de la evolución "normal" del capitalismo, o vienen a insinuar, por el contrario, la inminencia de una nueva época del capitalismo, es decir, el imperialismo.

 

 

Una controversia en torno a si las guerras cada vez más frecuentes al cabo de un periodo de paz relativa (la guerra de los boers, la hispanoamericana, la ruso-japonesa, etc.), han de ser consideradas como algo "casual" o "episódico", o más bien han de ser aceptadas como signos de un período en el que irán desarrollándose guerras cada vez más violentas. Una controversia, en fin, en torno a una cuestión bien concreta: si la evolución del capitalismo ha entrado en una nueva fase de este tipo, ¿pueden bastar los viejos métodos de lucha del proletariado para hacer valer sus intereses de clase bajo condiciones diferentes? ¿Son, en tal caso, las nuevas formas de lucha proletaria surgidas antes y durante la revolución rusa -huelga de masas, insurrección armada- simples acontecimientos de importancia local y restringida, "fallas", incluso, o "errores", o hay que ver en ellos, por el contrario, los primeros intentos espontáneos de las masas, acometidos con certero instinto de clase, para adecuar su conducta a la situación mundial?

 

 

Conocemos la respuesta práctica de Lenin a este complejo de problemas tan estrechamente relacionados entre si. Viene expresada de la manera más clara en su lucha en el Congreso de Stuttgart -poco tiempo después de la derrota de la revolución rusa, cuando aún no se habían extinguido las lamentaciones de los mencheviques por la actitud de los obreros rusos, que habían ido, en su opinión, "demasiado lejos"- a favor de una toma de posición clara y tajante de la Segunda Internacional contra el peligro inminente de una guerra mundial imperialista, procurando orientar, además, esta toma de posición en lo concerniente a la actitud a adoptar contra dicha guerra.

 

 

 

La proposición de Lenin y Rosa Luxemburgo fue adoptada en Stuttgart y más tarde ratificada por los Congresos de Copenhague y de Basilea. Lo cual significa que la Segunda Internacional reconocía oficialmente el peligro inminente de una guerra mundial imperialista y la necesidad de que el proletariado lo combatiera de manera revolucionaria. De manera pues, que, aparentemente, Lenin no estaba sólo en este punto. Tampoco en su visión, por razones económicas, del imperialismo como nueva fase del capitalismo.

 

 

La izquierda en bloque, así como ciertos elementos centristas y el ala derecha de la Segunda Internacional, percibieron los factores económicos reales que iban a hacer posible la irrupción del imperialismo. Hilferding intentó elaborar una teoría económica de estos nuevos fenómenos y Rosa Luxemburgo llegó incluso a perfilar el complejo económico global del imperialismo como fruto necesario del proceso de reproducción capitalista, integrando orgánicamente el imperialismo en la teoría de la historia del materialismo histórico y procurando de este modo un fundamento económico concreto a la "teoría del derrumbamiento".

 

 

Y, sin embargo, cuando en agosto de 1914 -y mucho después- Lenin se encontró completamente solo en la defensa de su punto de vista acerca de la guerra mundial, esta soledad suya no era en modo alguno casual. Tampoco es explicable por motivos psicológicos o morales, es decir, porque muchos de los que anteriormente enjuiciaban también "adecuadamente" el imperialismo hubieran sido dominados por la cobardía, etc. No. Las tomas de posición de las diversas corrientes socialistas en agosto de 1914 fueron la consecuencia lógica y objetiva de sus anteriores líneas tácticas, teóricas, etc., de conducta.

 

 

La concepción leninista del imperialismo es, de manera aparentemente paradójica, una producción teórica importante, por una parte, y, por otra, no es mucho lo que, considerado como teoría puramente económica, contiene de realmente nuevo. En cierto sentido se apoya en Hilferding y, desde el estricto punto de vista económico, no puede ser comparada en cuanto a profundidad y grandeza con la magnífica prosecución de la teoría marxista de la producción realizada por Rosa Luxemburgo.

 

 

La superioridad de Lenin no consiste sino en la íntima y concreta vinculación que ha sido capaz de establecer entre la teoría económica del imperialismo y el conjunto de los problemas políticos del presente, culminando así, realmente, una hazaña teórica sin parangón. Ha sido capaz, en fin, de convertir el contenido económico de la nueva fase en el hilo conductor de todas las acciones concretas acometidas en un medio tan decisivo.

 

 

De ahí, por ejemplo, que rechazara Lenin durante la guerra ciertos puntos de vista ultraizquierdistas de los comunistas polacos calificándolos de "economicismo imperialista"; de ahí que consume su refutación de la idea de Kautsky del "ultraimperialismo", una teoría que confiaba en la creación de un trust capitalista mundial favorable a la paz, para el que la guerra mundial no sería sino una vía "casual" y en modo alguno "adecuada", especificando que Kautsky introducía una separación entre la economía del imperialismo y su política.

 

 

Por supuesto que la teoría del imperialismo sustentada por Rosa Luxemburgo (y por Pannekoek y otros izquierdistas) no podía ser en modo alguno calificada como economicista en sentido estricto. Todos ellos -y Rosa Luxemburgo sobre todo- subrayan aquellos momentos de la economía imperialista en que ésta toma necesariamente un carácter político (colonialismo, industria de armamentos, etc.). Y, sin embargo, esta relación no es expuesta de manera verdaderamente concreta.

 

 

 

Es decir, que Rosa Luxemburgo muestra de manera incomparable que como resultado del proceso de acumulación, el tránsito al imperialismo, la época de las luchas por conseguir mercados coloniales y centros de producción de materias primas, así como las posibilidades de exportación de capital, etc., resultan realmente inevitables; que esta época -la fase postrera del capitalismo había de ser una época de guerras mundiales. Pero con ello se limita a fundamentar la teoría de la época entera, la teoría de este imperialismo moderno en general.

 

 

Por otra parte, tampoco logra establecer un puente entre esta teoría y las necesidades concretas del momento; sus artículos publicados bajo el rótulo de Junius no son, en sus aspectos concretos, consecuencia necesaria alguna de La acumulación de capital. El rigor teórico de su enjuiciamiento de la época entera no llega a concretarse en ella en un conocimiento claro de todas las fuerzas concretamente actuales, cuya valoración y aprovechamiento revolucionario constituye una de las tareas prácticas de la teoría marxista.

 

 

Pero la superioridad de Lenin en este punto tampoco puede explicarse a base de fórmulas manidas como "genialidad política", "clarividencia práctica", etc. Es más bien una superioridad puramente teórica en el enjuiciamiento del proceso general. Porque en toda su vida cabe encontrar una sola decisión suya que no haya sido tomada obedeciendo de manera concreta y objetiva a una toma de posición teórica previa. Y el que la máxima fundamental de esta posición no sea otra que la exigencia de un análisis concreto de la situación concreta, hace que quienes no piensan dialécticamente, sitúen el problema en el terreno de la práctica de la "Real Politik".

 

 

Para un marxista el análisis concreto de la situación concreta no se opone a la teoría pura; por el contrario, constituye el punto culminante de la auténtica teoría, el punto en el que la teoría encuentra su realización verdadera, el punto en el que se transforma en praxis.

 

 

Esta superioridad teórica suya radica en el hecho de haber sido Lenin, de todos los sucesores de Marx, el que ha tenido una visión menos deformada por las categorías fetichistas de su medio capitalista. Porque la superioridad decisiva de la economía marxista sobre todas las que la han precedido y sucedido se debe a que ha logrado, en virtud de su método e incluso en las cuestiones más complejas, en cuestiones en las que aparentemente hay que operar con las categorías económicas más puras (y, en consecuencia, más fetichistas), dar un giro a los problemas tal que más allá de las categorías "puramente económicas" resulten evidentes, en su proceso evolutivo, precisamente aquellas clases cuyo ser social viene expresado por estas mismas categorías económicas.

 

 

(Piénsese en la diferencia entre capital variable y constante en contraposición a la clásica distinción entre capital fijo y circulante. Únicamente a través de estas distinciones resulta evidente la estructura clasista de la sociedad burguesa. La formulación marxista del problema de la plusvalía ha desvelado ya la división clasista existente entre burguesía y proletariado. El aumento del capital constante muestra esta relación en el contexto dinámico del proceso evolutivo de la totalidad social, arrojando luz al mismo tiempo sobre la lucha de los diferentes grupos capitalistas por el reparto de la plusvalía.)

 

 

La teoría del imperialismo de Lenin es menos una teoría de su génesis económicamente necesaria y de sus limites económicos -como la de Rosa Luxemburgo-, que una teoría de las concretas fuerzas de clase que el imperialismo desencadena y a las que en su mismo contexto hace operantes; la teoría de la concreta situación mundial provocada por el imperialismo.

 

 

Al analizar la esencia del capitalismo monopolista, lo que en primer lugar le interesa es la situación mundial concreta y la división clasista de la sociedad a que da lugar: cómo las grandes potencias coloniales se reparten de facto la tierra, cómo evoluciona la división interna entre burguesía y proletariado con el movimiento de concentración de capital (capas puramente parasitarias de rentistas, aristocracia obrera, etc.). Y, sobre todo, cómo la evolución interna del capitalismo monopolista desborda -en virtud de los diferentes ritmos de los países- las "zonas de intereses" establecidas antes de manera más o menos duradera y por vía pacífica, desbordando así no pocos compromisos de este tipo, dando lugar, en consecuencia, a conflictos cuya solución sólo puede lograrse por la fuerza, es decir, acudiendo a la guerra.

 

 

En la medida en que la esencia del imperialismo es determinada como capitalismo monopolista y su guerra como evolución necesaria y manifestación de esta tendencia a una concentración cada vez mayor, camino del monopolio absoluto, van resultando más claras las diferenciaciones de la sociedad respecto de dicha guerra. Queda patente que imaginarse -a la Kautsky- que algunas fracciones de la burguesía, "no interesadas" directamente en el imperialismo, o incluso "desbordadas" por él, pueden ser movilizadas en contra suya, no es sino una ingenua ilusión.

 

 

 

La evolución monopolista arrastra consigo a toda la burguesía, y es más, no sólo encuentra apoyo en la pequeña burguesía -tan vacilante de por sí- sino también en algunas fracciones del proletariado (aunque este apoyo sólo sea, por supuesto, pasajero). Sin embargo, y a diferencia de lo que opinan los escépticos profesionales, no es cierto que el proletariado revolucionario acabe reducido por su inexorable oposición al imperialismo a una posición de aislamiento.

 

 

La evolución de la sociedad capitalista es siempre contradictoria. El capitalismo monopolista crea, por primera vez en la historia, una economía mundial en el auténtico sentido de la palabra; su guerra, la guerra imperialista, es por eso la primera guerra mundial en el significado más riguroso del término. Lo cual significa, sobre todo, que por primera vez en la historia los oprimidos y explotados por el capitalismo han dejado de estar solos en su lucha aislada contra sus opresores, en la medida en que son arrastrados en su existencia entera al torbellino de la guerra mundial.

 

 

La política colonialista llevada a cabo por el capitalismo no se limita a explotar a los pueblos coloniales con el saqueo de sus riquezas, como hacía en los primeros tiempos de la evolución del capitalismo; ahora transforma al mismo tiempo su estructura social, la vuelve capitalista. Lo cual ocurre, por supuesto, con vistas a conseguir una explotación más intensa de los mismos (exportación de capitales, etc.), dando lugar, sin embargo, en los países coloniales -contrariamente, desde luego, a las intenciones del capitalismo- al comienzo de una evolución burguesa propia, cuya necesaria consecuencia ideológica no es otra que el estallido de un movimiento combativo a favor de la autonomía nacional.

 

 

Todo lo cual aún resulta acentuado por la íntegra movilización de las reservas humanas disponibles a que la guerra imperialista obliga a los países imperialistas, arrastrando de este modo activamente a los pueblos coloniales a la lucha y llegando incluso a favorecer parcialmente una rápida industrialización de los mismos; de este modo el proceso es acelerado tanto en el plano ideológico como en el económico.

 

 

La situación de los pueblos coloniales no es, sin embargo, sino un caso extremo de la relación existente entre el capitalismo monopolista y sus explotados. La transición histórica de una época a otra jamás acontece mecánicamente; es decir, jamás ocurre que un modo de producción irrumpa y comience a resultar históricamente efectivo únicamente cuando el anterior, al que viene a superar, haya cumplido ya plenamente su misión conformadora de la sociedad.

 

 

Los modos de producción que van superándose entre sí y las formas y estratificaciones sociales a ellos correspondientes irrumpen más bien en la historia entrecruzándose y operando unos frente a otros. De ahí que ciertas evoluciones que abstractamente consideradas se parecen (por ejemplo, la transición del feudalismo al capitalismo), tengan -a consecuencia de lo diferente del contexto histórico en el que discurren- un significado y una función completamente distintos, como una relación totalmente heterogénea respecto de la totalidad histórica social…

 

(continuará)

 

 

 

 

[Fragmento de: LUKÁCS “LENIN la coherencia de su pensamiento”]

 

**


No hay comentarios:

Publicar un comentario