jueves, 2 de enero de 2025

 

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CARLOS MARX  / FEDERICO ENGELS

CORRESPONDENCIA

 

 

 

 

31. DE MARX A ENGELS

Londres, 16 de abril de 1856.

 

... Anteayer, hubo un pequeño banquete para celebrar el aniversario del People’s Paper [Diario del Pueblo]. Esta vez acepté la invitación, ya que los tiempos parecían exigirlo de mí, y tanto más desde que sólo yo (como se anunció en el diario), de todos los refugiados, había sido invitado, y el primer brindis también me tocaba hacerlo a mí, por la soberanía del proletariado en todos los países. De modo que hice un discursito en inglés, que no permitiré sea publicado. Se logró el fin que perseguía. El señor Talandier, que tuvo que comprar su cubierto por 2 chelines y medio, y el resto de los refugiados de Francia y otros países, se convencieron de que nosotros somos los únicos “aliados íntimos” de los cartistas, y que aunque nos abstenemos de demostraciones públicas y dejamos a los franceses los flirteos con el cartismo, depende de nosotros el qué en cualquier momento recuperemos la posición que ya nos corresponde históricamente. Esto se había vuelto tanto más necesario por cuanto en la mencionada reunión del 25 de febrero, presidida por Pyat, el viejo Knote (Knote: artesano, jornalero rústico, de mentalidad estrecha y atrasada.) Scherzer se adelantó y en un estilo straubingeriano realmente espantoso, denunció a los “hombres cultos”, los “obreros intelectuales” alemanes que los habían dejado a ellos (los knoten) en la estacada, obligándolos a desacreditarse entre las otras naciones. Tú conoces a este Scherzer de los días de París. He tenido algunos otros encuentros con el amigo Schapper y lo he hallado convertido en un pecador muy arrepentido. El aislamiento en que ha vivido durante los dos últimos años parece haber aguzado más bien sus facultades mentales. Comprenderás que para cualquier eventualidad siempre puede ser bueno tenerlo a mano, y aun más fuera de las manos de Willich. Schapper está ahora furioso con los Knoten de la Windmill (Great Windmill Street, calle de Londres en que estaba la casa donde se realizaban las reuniones de la Sociedad Obrera Alemana de Educación.) [... ]

 

Concuerdo totalmente contigo en lo que respecta a la provincia del Rin. Lo fatal para nosotros es que veo asomar en el futuro algo que golpeará “de traición a la patria”. Dependerá mucho del curso de las cosas en Berlín, el que no nos veamos forzados a colocarnos en una posición similar a los "clubistas” de Maguncia en la vieja revolución. Esto será duro. ¡Nosotros, que estamos tan deslumbrados por nuestros dignos hermanos del otro lado del Rin! Todo el asunto dependerá en Alemania de la posibilidad de respaldar la revolución proletaria con una segunda edición de la guerra campesina. De esta manera la cosa será espléndida...

*

 

« El cartismo fue el primer movimiento político independiente de la clase obrera. “Gran Bretaña es, de todos los países, aquél en que más se ha desarrollado el despotismo del capital y la esclavitud del trabajo. En ningún otro país han sido barridas de modo tal las etapas intermedias entre el millonario que comanda ejércitos industriales enteros y el esclavo del salario que sólo vive de manos a boca. Ahí ya no existen, a diferencia de los países continentales, amplias clases de campesinos y artesanos, dependientes casi por igual de su propiedad como de su trabajo. En Gran Bretaña se ha efectuado un completo divorcio entre la propiedad y el trabajo. Por consiguiente, en ningún otro país ha asumido dimensiones tan colosales y aspectos tan precisos y palpables, la guerra entre las dos clases que constituyen la sociedad moderna.”

(De la carta de Marx, del 9 de marzo de 1854, al “Parlamento Obrero” de Manchester publicada en el People’s Paper del 18 de marzo de 1854.)

 

Después de años de lucha contra los capitalistas, la cla.e obrera de Inglaterra alcanzó la concienci.. de su posición como clase y fortaleció su organización. Con el desarrollo de la industria en gran escala también se agudizó cada vez más el antagonismo entre la burguesía y la aristocracia. especialmente cuando los aranceles sobre el cereal —impuestos en interés de los grandes terratenientes— aumentó enormemente el costo de la vida de los obreros. A fin de proseguir su lucha en contra de esas Corn Laws, que habían requerido algún aumento en los salarios obreros, la burguesía hubo de romper el monopolio parlamentario mantenido por los grandes terratenientes. En su lucha los burgueses utilizaron la indignación y el descontento de los obreros, y en 1832 (Primer Decreto de Reforma) alcanzaron su objetivo; los grandes terratenientes fueron forzados a cambiar el sistema electoral. Inútil es decir que los obreros fueron traicionados. No sólo no obtuvieron el voto sino que, por el compromiso establecido entre la burguesía y los grandes terratenientes, las Com Lates se mantuvieron en vigencia. A partir de ese momento empezó el movimiento independiente de la clase obrera, y éste recibió un impulso aun mayor de la Poor Late de 1834, que despojó de ayuda a los pobres y los arrojó a hospicios de tipo carcelario. Durante la crisis comercial de 1836-37 se difundió entre los obreros la consigna de la lucha para cobrar influencia en el Parlamento a fin de mejorar su posición, lucha que tuvo su primera expresión en la “Carta” de la Asociación Obrera de Londres, cuyos seis puntos comprendían: el reclamo del sufragio masculino universal y secreto, Parlamento anual, iguales distritos electorales e igual pago de los parlamentarios. Pronto se unieron a la agitación enormes masas de la clase trabajadora.

“En el cartismo es la clase obrera entera la que surge a la lucha contra la burguesía y ataca, en primer lugar, el poder político, la muralla legislativa de que se ha rodeado la burguesía [... ] Esos seis puntos [...], inocentes como parecen, son suficientes para derrocar toda la Constitución inglesa, incluidos la Reina y los Lores.

Los llamados elementos monárquicos y aristocráticos de la Constitución sólo se pueden sostener porque la burguesía tiene interés en continuar su existencia artificial; y hoy día ni siquiera tienen una existencia simulada.” (Engels, La situación de la clase obrera en Inglaterra.)

El cartismo fue sólo formalmente un movimiento puramente político; en realidad era el movimiento de clase de los obreros contra la explotación capitalista.

“El cartismo es de naturaleza esencialmente social, es un movimiento de clases. Los ‘seis puntos’, que para el burgués avanzado son el principio y el fin de la cuestión, y que a lo sumo se pretende que promuevan ciertas nuevas reformas de la Constitución, son para el proletario un simple medio para fines posteriores [... ] La ‘cuestión del cuchillo y el tenedor’ del predicador Stephens era en 1838 una verdad solamente para parte de los cartistas; en 1845 es una verdad para todos ellos.” (Engels, La situación de la clase obrera en Inglaterra.)

 

 

Cuanto con más fuerza se evidenció este carácter social del movimiento, tanto más ampliamente' se difundió el socialismo entre los cartistas. Después de 1848 empezó la decadencia del movimiento, debido especialmente al rápido incremento do la industria, con el cual decayó la desocupación y, gracias al monopolio inglés en el mercado mundial, las capas superiores de la clase obrera inglesa percibieron salarios más elevados. Entonces empezó la era del reformismo, el desarrollo del movimiento cooperativista y la colaboración de los dirigentes obreros con la burguesía. Desde el comienzo de su relación con la clase obrera inglesa, Marx y Engels mantuvieron siempre estrecho contacto con los cartistas, especialmente con Julián Harncy y Ernest Jones.

 

El discurso de Marx, a que éste hace referencia en esta carta, fue pronunciado en respuesta al brindis “Por los proletarios de Europa”, propuesto por Ernest Jones. La cena tuvo lugar en el hotel Bell, de Strand, y a ella asistieron los cajistas y redactores del diario y cierto número de refugiados políticos. El discurso, según apareció publicado en el diario cartista People’s Paper del 19 de abril de 1856, fue como sigue:

“Las llamadas revoluciones de 1848 no fueron otra cosa que pobres incidentes, pequeñas fracturas y fisuras en la seca costra de la sociedad europea. Sin embargo, denunciaron el abismo. Por debajo de la superficie en apariencia sólida, mostraron océanos de materia líquida que sólo necesitan expandirse para reducir a fragmentos continentes de dura roca. Ruidosa y confusamente proclamaron la emancipación del proletariado, esto es, el secreto del siglo XIX y de la revolución de este siglo. Es verdad que la revolución social no fue una novedad inventada en 1848. El vapor, la electricidad y el telar mecánico, ¡fueron revoluciones de un carácter bastante más peligroso que los ciudadanos Barbes, Raspad y Blanqui! Pero, aun cuando la atmósfera en que vivimos pesa sobre cada uno con una fuerza de veinte mil libras, ¿acaso la sienten ustedes? No más que lo que sintió la sociedad europea de antes de 1848 la atmósfera revolucionaria que la envolvía y la presionaba de todos lados. Hay un gran hecho característico de este nuestro siglo XIX, un hecho que ningún partido se atreve a negar.

Por una parte, han nacido fuerzas industriales y científicas que jamás sospechara época alguna de la pasada historia humana. Por otra, existen síntomas de decadencia, que sobrepasan en mucho los horrores registrados en las postrimerías del Imperio Romano. En nuestros días, todo parece estar preñado de su contrario. La maquinaria, dotada del maravilloso poder de acortar y justificar el trabajo humano, la vemos hambrearlo y recargarlo. Por un extraño y horripilante hechizo, las fuentes de riqueza recién nacidas se trasforman en fuentes de necesidad. Las victorias de la técnica parecen tener por precio la pérdida de carácter. Al mismo tiempo que la humanidad domina a la naturaleza, el hombre parece volverse esclavo de otros hombres o de su propia infamia. Incluso la vida pura de la ciencia parece incapaz de brillar si no es sobre el oscuro fondo de la ignorancia. Todas nuestras invenciones y progresos parecen tener como resultado dotar a las fuerzas naturales de vida intelectual y estupidizar la vida humana convirtiéndola en una fuerza material. Este antagonismo entre la industria y la ciencia modernas, por una parte, y por la otra entre la miseria y la disolución modernas; este antagonismo entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de nuestra época, es un hecho palpable, aplastante e incontrovertible. Algunos podrán deplorarlo; otros podrán desear librarse de las artes modernas a fin de librarse de los conflictos modernos. O podrán imaginar que un progreso tan señalado de la industria requiera ser completado por una reacción igualmente señalada en la política. Por nuestra parte, no confundimos la forma del espíritu sutil que sigue marcando todas esas contradicciones. Sabemos que si las nuevas fuerzas de la sociedad han de trabajar satisfactoriamente, lo único que se requiere es que sean dominadas por hombres nuevos; y éstos son los obreros. Ellos son, tanto como la maquinaria, invención de los tiempos modernos.

En los signos que enfurecen a la clase media, a la aristocracia y a los pobres profetas de la regresión, reconocemos a nuestro viejo amigo Robin Good Fellow, al viejo telar que tan rápidamente puede trabajar en la tierra, a ese digno pionero: la revolución. Los obreros ingleses son los primogénitos de la industria moderna. Luego no serán, ciertamente, los últimos en ayudar a la revolución social producida por esa industria; revolución que significa la emancipación de su clase en todo el mundo, revolución que es tan universal como el poder del capital y la esclavitud asalariada. Conozco las heroicas luchas por que ha atravesado la clase obrera inglesa desde mediados del siglo pasado; luchas no menos gloriosas porque hayan sido ocultadas y asesinadas por los historiadores de la clase media. Para vengarse de las fechorías de la clase dominante existía en el medioevo alemán un tribunal secreto llamado la Vehmge-richt. Si en una casa se veía marcada una cruz roja, la gente sabía que su propietario estaba sentenciado por la Vehm. Todas las casas de Europa están ahora marcadas por la misteriosa cruz roja. El juez es la historia: su ejecutor el proletariado.”

 

 

Schapper, Karl (1813-1870). Revolucionario alemán, miembro de la Liga de los Comunistas. En su prefacio al folleto de Marx, Revelaciones sobre el proceso de los comunistas en Colonia (1853), Engels da la siguiente caracterización de Schapper:

‘‘De estatura gigante, resuelto y enérgico, siempre listo para poner en la picota la vida y la existencia burguesas, fue el modelo del revolucionario profesional que tomaba parte en la lucha en la década del 30.”

Schapper fue uno de los líderes de la fracción de “izquierda” de la Liga de los Comunistas.

El estudio de esta lucha de fracciones sigue siendo de gran importancia; en las minutas del Comité Central de Londres de la Liga de los Comunistas, del 15 de setiembre de 1850, están así registradas las propias palabras de Marx (Citadas por Marx en su folleto ‘Revelaciones sobre el proceso de los comunistas en Colonia)

"La minoría remplaza el punto de vista de la crítica por el dogmatismo, y el materialismo por el idealismo. Considera a la voluntad pura como la fuerza motriz de la revolución, en lugar de las condiciones reales. En tanto que nosotros les decimos a los obreros: ‘Vosotros tendréis que pasar por quince, veinte, cincuenta años de guerras civiles y guerras nacionales, no meramente para cambiar vuestras condiciones, sino a fin de cambiaros vosotros mismos y volveros aptos para el poder político’; ustedes, en cambio les dicen: ‘Debemos obtener el poder de inmediato, de lo contrario podemos acostarnos e irnos a dormir’. En tanto que nosotros les señalamos a los obreros alemanes especialmente la naturaleza poco desarrollada del proletariado alemán, ustedes adulan en la forma más cruda Ios sentimientos nacionales y los prejuicios artesanales de los artesanos alemanes, lo que es desde luego más popular. Del mismo modo que los demócratas tornaran la palabra ‘pueblo’ en un ser sagrado, ustedes lo han hecho con la palabra ‘proletariado’. Igual que los demócratas, ustedes sustituyen el proceso revolucionario por frases revolucionarias, etc…’’

La importancia que atribuía Marx a la lucha contra la fracción "izquierdista” se muestra en la siguiente observación que hizo en su nota final al Proceso de los comunistas (Londres, 8 de enero de 1875):

“En momentos de crisis, perder la cabeza se torna un crimen contra el partido que reclama expiación pública.”

 

 

CLUBISTAS DE MAGUNCIA. Socios del Club Jacobino de Maguncia (Alemania) en 1792, que estuvieron por la constitución de una república renana y su unión a la república francesa revolucionaria. »

 

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